Y si...
Me gustó desde el primer momento que la vi, con su belleza sencilla y su aire de chica inteligente, como una versión criolla de Rory Gilmore.
Tenía el pelo color miel, en corte melena; unos ojos pardos que cuando sonreía se achinaban un poco, al tiempo que desviaba la mirada a un costado y su boca hacía un simpático mohín.
Su voz era agradable, con un tono ligeramente ronco, al igual que su risa.
No vestía a la moda, pero tenía buen gusto. Sus únicos adornos eran unos clásicos aros de perla y el reloj en su muñeca izquierda.
Era ingenua y aguda. Buena alumna, pero para nada seria. De hecho, lo más frecuente era verla sonreír.
Siempre decía lo que pensaba en forma directa.
Era la típica hija matea de familia católica conservadora. Quizá aburrida y pacata a los ojos de los que se quedaban en el estereotipo de chica Opus, pero llena de detalles más sutiles, auténticos e incluso irreverentes que, para cualquiera que se diera el tiempo de conocerla mejor, encantaban.
Y eso me pasó a mí (y no fui el único).
Su presencia me gustó desde el primer día de universidad, pero a medida que la fui conociendo, simplemente me atrapó.
A mis 17 años por primera vez me sentía enamorado de una persona.
Todo pasaba a segundo plano cuando ella estaba cerca. Hacía esfuerzos por no ser obvio: en clases la observaba disimuladamente, y si nos sentábamos juntos, mi estómago se llenaba de mariposas.
Bastaba que me dijera algunas palabras para hacerme sentir en las nubes; como perrito contento de tener su atención.
Un día una compañera lanzó en broma “te gusta la Pancha”, y tuve que poner todo mi esfuerzo para que el rostro no se pusiera rojo y me delatara.
¡Porque claro que me gustaba! Sin embargo el sentimiento no era mutuo.
A lo más que yo podía aspirar era que llegáramos a ser buenos amigos.
Darme cuenta de eso me dolió. Por casi dos años mantuve una secreta esperanza, que poco a poco fue cediendo paso a la resignación. Aún así, el resto de la etapa de universidad seguí siendo feliz simplemente con tenerla cerca y poder compartir casi a diario.
A la Francisca la amé en secreto, con un cariño ingenuo y lleno de ilusiones. El recuerdo de esos años lo sigo apreciando, porque nunca he vuelto a experimentar lo que ella provocó.
Si se hubiera fijado en mí, el Remus cauteloso y racional habría derribado feliz sus defensas. Y quizá hoy la historia sería distinta.
Tenía el pelo color miel, en corte melena; unos ojos pardos que cuando sonreía se achinaban un poco, al tiempo que desviaba la mirada a un costado y su boca hacía un simpático mohín.
Su voz era agradable, con un tono ligeramente ronco, al igual que su risa.
No vestía a la moda, pero tenía buen gusto. Sus únicos adornos eran unos clásicos aros de perla y el reloj en su muñeca izquierda.
Era ingenua y aguda. Buena alumna, pero para nada seria. De hecho, lo más frecuente era verla sonreír.
Siempre decía lo que pensaba en forma directa.
Era la típica hija matea de familia católica conservadora. Quizá aburrida y pacata a los ojos de los que se quedaban en el estereotipo de chica Opus, pero llena de detalles más sutiles, auténticos e incluso irreverentes que, para cualquiera que se diera el tiempo de conocerla mejor, encantaban.
Y eso me pasó a mí (y no fui el único).
Su presencia me gustó desde el primer día de universidad, pero a medida que la fui conociendo, simplemente me atrapó.
A mis 17 años por primera vez me sentía enamorado de una persona.
Todo pasaba a segundo plano cuando ella estaba cerca. Hacía esfuerzos por no ser obvio: en clases la observaba disimuladamente, y si nos sentábamos juntos, mi estómago se llenaba de mariposas.
Bastaba que me dijera algunas palabras para hacerme sentir en las nubes; como perrito contento de tener su atención.
Un día una compañera lanzó en broma “te gusta la Pancha”, y tuve que poner todo mi esfuerzo para que el rostro no se pusiera rojo y me delatara.
¡Porque claro que me gustaba! Sin embargo el sentimiento no era mutuo.
A lo más que yo podía aspirar era que llegáramos a ser buenos amigos.
Darme cuenta de eso me dolió. Por casi dos años mantuve una secreta esperanza, que poco a poco fue cediendo paso a la resignación. Aún así, el resto de la etapa de universidad seguí siendo feliz simplemente con tenerla cerca y poder compartir casi a diario.
A la Francisca la amé en secreto, con un cariño ingenuo y lleno de ilusiones. El recuerdo de esos años lo sigo apreciando, porque nunca he vuelto a experimentar lo que ella provocó.
Si se hubiera fijado en mí, el Remus cauteloso y racional habría derribado feliz sus defensas. Y quizá hoy la historia sería distinta.
9 Comments:
El mundo de los Y si es tan amplio que no terminaríamos nunca.
Mejor pensemos en hoy día...
Andas bien pegado en el pasado,
que pasó?
Slds
crees que haría alguna diferencia ahora?
mmm, por qué tengo una idea de lo rojo que puedes llegar a ponerte?
Notable capítulo. Recuerdo que algo de esto me habías comentado. Triste para mí decirlo, pero eso me pasaba con los compañeros en la U... y también en el colegio (más condenado, imposible). Recuerdo que por una compañera de colegio lo más que sentí fue admiración por su inteligencia y que también era bonita. A las compañeras "ricas" (jajajaja, qué machista el término) no las pescaba, y con las pernas (qué peyorativo, pero así me lo parecían) me llevaba bien. Incluso alguna de las últimas se fijó en mí, pero no le iba a montar una fachada, no habría sido justo para ella, y habría sido insostenible para mí.
Saludos
Siempre a de suceder lo mismo, los enamoramientos con compañeros, sean estos platonicos y contadas veces correspondidos, mas q nada suelen estar solo en nuestra imaginación, elevando al o la susodich@ a la categoria de divinidad, viendo solo lo bueno... en fin, es un proceso normal, que nos prepara para lo que luego vendra...
Abrazos
Doso
Al principio que te refierias a mi...pero hubo ciertos detalles que no calzaban...
Todavia anda tu egos por los skies????
jajajja
Un gusto haber(te) comido contigo...jajajaj
Carinos
0x0x0x
LaRomane
J. mis posts siempre han tenido una carga nostálgica, así que nada nuevo bajo el sol (¿o se acostumbraron a las historias más subidas de tono?)
Dix. como dice J. los "Y si" dan para mucho, y nada se saca con quedarse pegado en ellos. Pero igual este era un tema que quería postear.
Ixiano, reitero la respuesta anterior. Para mí tb fue un gusto, pero ¿por qué tanto persignarse?
Ya no me engañas, la Pancha era rica (como la Tonka, 100% natural) e inteligente.
Doso, esto fue un poquito más que platónico, pero claro, no se puede comparar con el sentimiento involucrado en una relación de verdad.
Guajaja, Roma, no insistas, ya te dije que no.
ja ja ja ahora tienes que sacarte alos admiradores con un latigo..
solo dire que coincido conm Ixiano
respetuosamente..
abrazos
A mi me correspondio la chica de la cual me encanté, años mas tarde la niña linda del colegio correspondio mis intenciones, a finales de 4 tambien logre estar con la chica guapa del cole e inteligente, la verdad ocaciones no me faltaron, pero ........
hubo algo mas fuerte que de un momento a otro explotó, que mas que eso, encontré pololo y por primera vez me estoy proyectando
un abrazo
jvr
Hay una película argentina que se llama "Nueces para el amor" Ahí Gastón Pauls le decía a Ariadna Gil que "lo que pudo ser, no existe" y pucha que tenía razón el compadre.
Un abrazo,
JUL.
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