David Gallagher
Cada viernes por medio, lo primero que hago al abrir El Mercurio es leer la columna de David Gallagher. Simplemente lo considero una de las mentes más lúcidas, preparadas y brillantes del ámbito intelectual chileno, y lo que es más importante, fiel exponente del pensamiento de derecha liberal y democrática que me gustaría que tomara más fuerza en este país.
Sin ánimo de pasar a llevar derechos de propiedad intelectual, reproduzco acá la columna publicada hoy en El Mercurio, y que analiza el escenario generado por las recientes elecciones:
Un cuatrienio promisorio
Antes que nada, un entusiasmado homenaje a Sebastián Piñera. Chile necesita una derecha moderna y universal, que sea una alternativa real para una mayoría de ciudadanos. Gracias a la candidatura de Piñera, alcanzamos a vislumbrar cómo podría ser esa derecha.
No por el “humanismo cristiano”. Esa parte de la campaña nunca me gustó, porque Dios no debería ser un factor de división política. Más bien porque Piñera contribuyó a liberar a la derecha de una herencia prohibitivamente complicada, distanciándola de sus fantasmas. La Concertación no acarrea los pecados de Allende porque incluye a la DC, que se opuso a él. Para estar igualmente libre del pasado, la derecha tiene que acoger a más líderes que se opusieron a Pinochet. El momento que lo haga, estará en condiciones de proveernos la alternancia en el poder que la democracia chilena tanto necesita. Lagos, en su elogio a la Concertación y a sus tres excelentes gobiernos, dijo con razón, la noche el domingo, que la Concertación era “un patrimonio de Chile”. Pero si no gana la Alianza algún día, será Chile el que se convertirá en patrimonio de la Concertación. Como dijo Patricio Navia esa misma noche, sin alternancia terminaremos confundiendo Concertación con Estado.
De paso es curiosa la rabia que despertó en la Concertación y el gobierno el surgimiento de esa derecha nueva. Uno diría que por el bien del Chile republicano, ella sería acogida con felicidad por quienes restauraron nuestra democracia. Pero al contrario, una derecha profundamente democrática produce en sectores de la izquierda la misma indignación que provoca en algunos rincones de la derecha un presidente Lagos libremercadista.
Desde luego es más fácil lidiar con un adversario caricaturesco que con uno de alcance universal. Nada peor que un adversario que se renueva, si lo que más importa no es el bien del país sino el poder.
Por cierto no basta que la derecha se libere de sus fantasmas. Tiene también que consolidar su unidad recién ganada, y enseguida complementarla con más amplitud. Tiene que evitar esta vez quedarse pegada a un solo candidato: como lo hace la Concertación, debería levantar a una docena de figuras presidenciables. Pero más que nada tiene que volverse atractiva y seductora, sobre todo para los jóvenes. Es lo que ocurre con el partido conservador en Gran Bretaña, donde David Cameron, su joven líder nuevo, ha logrado reclutar hasta a Bob Geldoff, el músico rock que busca salvar África.
Que la Concertación tenga mientras tanto una impresionante capacidad para renovarse fue demostrado por la contundente mayoría de Michelle Bachelet. Estoy seguro que muchos chilenos que no votaron por ella amanecieron el lunes felices de tener como presidente a una mujer, que, además, promete un tipo tan nuevo de liderazgo.
Bachelet abre perspectivas estimulantes y entretenidas para Chile. Desde ya será una inspiración para las mujeres, lo que es bueno para el país entero, porque con más contribución de ellas, nos enriqueceremos todos. En general, Bachelet tiene ahora un gigantesco capital político. En Chile, éste le servirá para resistir las presiones de grupos de interés entre sus propios adherentes. Pero es un capital que se extiende también al ámbito internacional. Los países más poderosos del mundo la festejarán, lo que debería darle confianza para ser asertiva con los pocos países que puedan querer perjudicarnos. Por último Bachelet tiene como nadie el capital moral para cerrar de una vez las heridas del pasado. Con sólo ese logro justificaría su cuatrienio.
7 Comments:
Yo no soy para nada derechista Remus, pero este tipo es cuerdo y lucido, concuerdo contigo.
Tambien aspiro a una derecha democratica, pero UDI pesa mucho por el momento.
Remus, son solo 4 años, aguantate, y disfruta el verano, jaja.
Yo nunca he congeniado con la derecha, sin embargo el espíritu de esta columna debiese permear a toda los que se sienten parte de ella.
Lo que me molesta de la derecha es lo conservador en el tema valórico y como es caldo de cultivo para las andanzas de la iglesia
Ojalá lleguemos a una derecha más democrática y loberal... pero cuando eso sea... seguirá siendo derecha? probablemente no, es muy seguro que otro sea el referente, mucho más acorde a la bidimensionalidad que hoy tenemos.
Slds
Hola!!!
Me permitiré enviarle a mi Sr. Padre las referencias de la columna. De verdad son palabras muy interesantes, que bueno que las hayas destacado.
Un abrazo ...
Remus, junto David Gallagher, Ósacr Godoy publicó en La Tercera una interesante columna, en la cual se refiere a la renovación y a los nuevos pasos que debe dar la derecha.
El futuro de la oposición.
Oscar Godoy.
El horizonte de la oposición es propicio. Al final del gobierno de Michelle Bachelet, la Concertación cumplirá 20 años gobernando el país. Un quinto de siglo, que es mucho tiempo sin alternancia política. En los comienzos de la Quinta República, la derecha gobernó 22 años seguidos (1959-1981) a Francia. Parecía que la izquierda jamás ganaría la Presidencia. Pero, en 1981 el socialista Mitterrand alcanzó esa meta y el país tuvo la experiencia renovadora de la alternancia. Además, en nuestro caso, ya se han acumulado dos elecciones presidenciales en las cuales la oposición ha traspasado su propio techo electoral, aproximándose a la mayoría absoluta. Y si analizamos el proceso político chileno en retrospectiva, también podemos sacar conclusiones promisorias.
En efecto, el trazado de nuestra transición indica que hay un momento culminante en que la derecha debió pagar altos costos por sus relaciones con la dictadura. Me refiero a las elecciones presidenciales de 1994. En esas elecciones la suma de los candidatos presidenciales de centroizquierda e izquierda alcanzó al 70% del electorado. Algo así como el repudio más masivo a la oposición en los 16 años transcurridos desde el retorno a la democracia. Y el éxito más espectacular de la oposición a Pinochet en el mismo período. Pero, bien claro, ese clímax nunca más ha vuelto a repetirse.
La derecha francesa, aludida más arriba, disfrutó de una absoluta legitimidad democrática. Además fue la derecha que supo captar la urgencia de los franceses por la estabilidad y gobernabilidad que no le ofrecía la Cuarta República. Nuestra situación ha sido distinta, la derecha ha demorado largo tiempo para identificarse con la legitimidad democrática y, por lo mismo, no ha sabido interpretar una demanda nacional equivalente a aquella que satisfizo la derecha francesa en su tiempo.
En la historia de los pueblos, nada es "para siempre". El proceso de reencuentro de la derecha opositora con sus propias raíces republicanas y democráticas fue abierto por los sectores liberales de RN. No es el caso reconstruir la saga, pero sí interpretar su desenlace provisional.
La votación de Sebastián Piñera, en un contexto de evaluación clamorosa del Presidente Lagos y de crecimiento económico, disminución del desempleo, inauguración de obras de infraestructura e intervención gubernamental a favor de su propia continuidad, constituye una proeza extraordinaria. Esa proeza tiene dos dimensiones centrales. La primera es que la candidatura de Piñera interpretó el cambio sociocultural del país, acontecido en los tres últimos años, que consiste en una profundización potente de la democracia. Y esta es la razón que explica la derrota de Lavín. Y, además, porque ella puso en marcha un proceso de inclusión y diversificación de la centroderecha capaz de generar una nueva mayoría nacional. Si no se ganó es porque siendo éste un proceso inacabado, aún persiste un veto fuerte a quienes representan a una coalición que no termina de liquidar todos sus vínculos, reales y aparentes, con el autoritarismo. Para vencer este veto, debe cumplirse una etapa extremadamente dura, que entraña actos positivos para democratizar instituciones y prácticas y el retiro a la vida privada de todos los colaboradores directos con la dictadura.
El futuro de la derecha es propicio y promisorio, pero bajo la condición de que el proceso dinamizado por Piñera siga su marcha. De ahí fluyen las grandes tareas de plazo medio: la creación de un proyecto político que interprete a una nueva mayoría; la sustitución de la Alianza por Chile por una coalición verdaderamente política, con inclusión de sectores liberales y del centro socialcristiano; la democratización de la UDI; la refundación de RN, para que adquiera una identidad (ojalá liberal) perceptible y confiable para la opinión pública.
O sea, un reordenamiento a fondo de la centroderecha, sin el cual los horizontes promisorios serán aventados por el fracaso y la decepción.
La tercera, 21 de enero de 2006.
El problema profundo de la derecha ,es en mi opiniòn su doble standar en muchas materias,especialmente en las valòricas
En mi blog te dejé una tarea, veamos si nos refrescamos un poco.
Slds
Saludos a todos, tuve la suerte de estudiar en Chile y vivir alla mas de 10 años, entre los cuales cuenta el empezar a descubrir mi sexualidad. Creo que Chile ha sido un pais modelo en lograr un crecimiento economico e incentivar sus exportaciones. Hay muchos temas pendientes y sin duda requieren de un trabajo a fondo, pero los niveles de calidad de vida con los que cuenta actualmente Chile, comparados con paises vecinos, son mas que optimos. Tengo recuerdos muy cariñosos de Chile, la universidad, el pisco, el vino, las empanadas, el metro de stgo, en fin, creo es un pais que tiene muy buen futuro y me elegro por ello. Suerte a todos, Jochanan.
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