sábado, agosto 06, 2005

Hiroshima mon amour

Hoy se conmemoran 60 años de la bomba atómica que destruyó Hiroshima. Por esos hechos afortunados que a veces se dan en la vida, tuve la suerte de conocer esa ciudad hace unos años. Visité el museo que recuerda el horror que sufrieron sus habitantes, asistí a un encuentro con uno de los sobrevivientes y oré ante el monumento por la paz.
Pero lo que más me marcó de mi estadía en esa ciudad, fueron los Fujimitsu y sus amigos, las personas con las cuales pude compartir un fin de semana.

Yo había sido invitado a conocer Japón junto a un grupo de otros profesionales latinoamericanos. Fueron dos semanas llenas de las más variadas actividades, recorriendo desde Tokio hasta Fukuoka, en la sureña isla de Kyushu. Conocimos templos y museos, viajamos a más de 300 km/hr en el Shinkansen o tren bala, visitamos entidades gubernamentales, universidades, industrias y centros de alta tecnología... Pero el programa en Hiroshima era especial, porque ahí estaba previsto que cada uno de los miembros de la delegación compartiera con una familia japonesa durante dos días. Ese panorama nos tenía a todos un poco nerviosos, pero al final fue la mejor de las experiencias.

Tras una mañana dedicada a recorrer el museo y el sitio que recuerda a las víctimas, debíamos volver al hotel para conocer a cada uno de nuestros anfitriones. Ya nos estaban esperando, y durante unos minutos fuimos dos grupos que nos observábamos con curiosidad, pero sin mezclarnos, salvo por los niños que jugaban sin preocuparse por todo el lobby. ¡Vaya que son alegres los peques japoneses!

Hasta que llegó el momento en que nuestras guías empezaron a juntar a las familias con el miembro de la delegación que le correspondía. En mi caso fue Akio, una joven y simpática mamá, y Ryouta, su hijo de 3 años, un chico vivaz, pintado para ser rostro de cualquier campaña promocional de Japón.

Algo tímidos, nos saludamos en una mezcla de pobre inglés y muchos gestos. Comenzaba mi aventura con los Fujimitsu. El tercer miembro de esta familia era Miki, el esposo de Akio y que trabajaba para la administración pública. Como la mayoría de los jóvenes matrimonios nipones, vivían en la casa de los padres de Akio, un hogar que pese a lo pequeño en comparación a las casas en Chile, se notaba de familia acomodada y tradicional. Akio y Miki ocupaban el segundo piso, donde tenían su propio espacio independiente.

Esa tarde recorrimos un poco la ciudad que es bastante bonita, rodeada de suaves cerros y mucho verde, y visitamos el monumento a
Sadako Sasaki. Quizá han oído esta historia, es una joven que por los años ’50 enfermó de leucemia –se supone que como consecuencia de la bomba atómica, que dejó su huella en los habitantes de esa ciudad por muchos años-, en cama en el hospital se abocó a cumplir una tradición japonesa que dice que el enfermo que lograr hacer mil grullas de papel, se recupera, sin embargo no tuvo el tiempo suficiente. Hoy el sitio que la recuerda está repleto de una infinidad de grullas de colores, provenientes de todo el país.
Las actividades del sábado continuaron con una cena que me ofrecieron los amigos de Akio, miembros de un grupo dedicado a aprender idiomas y culturas de otros países, aunque la mayoría apenas se manejaba con el inglés. Pero eso importó bien poco.

Yo suelo ser bastante tímido y poco sociable cuando estoy con desconocidos, pero con este grupo de japoneses lo pasé mejor que nunca. Reímos, compartimos historias contadas entre una mezcla de inglés, dibujos y gestos; como no tengo problemas de diente me serví todo lo que me ponían por delante, que por lo demás era bastante rico (y eso les encantó, porque despreciar su comida habría sido una ofensa), me preocupé de sorber fuerte el té y otros líquidos (lo que refleja que uno lo bebe con agrado), cantamos, nos sacamos fotos. En fin, fue una fiesta de lo más entretenida. Le verdad es que los japoneses son bien agradables, y si uno también es amable y educado, te acogen como uno más. Es decir, caí parado en ese país.

El sábado finalizó con la visita a un pequeño festival que había en un barrio cercano, donde me bendijo un sacerdote y vi una especie de teatro callejero, aunque bastante más producido, con mucho juego de máscaras y música, y rodeado de un público bullicioso que reaccionaba ante cada giro de la historia.

Tras un cómodo reposo en una de esas camas/esterillas, la jornada del domingo comprendió una visita a la isla de
Miyajima y su espectacular santuario, el cual reposa sobre el Mar Interior durante la marea alta. Nuevamente nos acompañaron los amigos de la noche anterior; al parecer les caí simpático.
Ni la suave llovizna empañó lo bien que lo pasé ese día, visitando uno de los lugares más hermosos de Japón en compañía de un grupo de cada vez más alegre y familiar.

La visita a Hiroshima terminó esa tarde, cuando nuestras familias anfitrionas nos fueron a dejar a la estación del tren, para continuar nuestro recorrido.

Otra vez reunidos los miembros de la delegación empezamos a conversar sobre las experiencias que nos había tocado vivir: unos compartieron una noche de ronda de sake y ron con el jefe de hogar (menos mal que no me pasó a mí); a otra le tocó hacer de niñera de una tribu de pequeños ojitos rasgados, otros visitaron los tradicionales baños.

Yo compartí con gente maravillosa, que se aparecieron nuevamente en la estación para entregarme una serie de pequeños regalos, como té verde, galletas de arroz, recuerdos de la ciudad...

Los Fujimitsu y sus amigos me acompañaron en el andén hasta que el tren partió. Soy el único de la delegación que puede contar eso.

6 Comments:

Blogger Great Pretender 11 said...

¿Estará demás decir que eres una gran persona?
No.
Y eso lo notan incluso quienes no comparten tu idioma.
Sigue siendo un privilegio leer tu blog.
Muchas gracias por seguir compartiendo.

12:35 a. m.  
Blogger Juano said...

Que privilegio de experiencia, ese tipo de cosas son re fuertes para no, lo marcan y ser testigo por medio de un relato lo confirma.
Me gusta mucho eso de la humanidad (de humano) que brota en la "bondad de un desconocido"

Slds.

9:20 a. m.  
Blogger dixleso said...

que linda experiencia!

No me cabe duda hayas generado fácilmente esos vínculos con tus amigos japoneses. ;-)

Un abrazo.

12:07 p. m.  
Blogger Q said...

Por dios Remus, eres una gran y linda persona, se debe percibir en tu piel.

10:16 p. m.  
Blogger Lautaro said...

Me encantó este post. Perfectamente podrían haberlo publicado en La Nación Domingo de hoy en vez del bombardeo (literal y simbólico) de artículos repetivos sobre el tema que entregaron hoy.
Se me rasgaron los ojillos al leerte hoy. You ale gleat!
bear hug,

11:33 p. m.  
Blogger Remus said...

Jaja, se me va a inflar un poquito el ego.
Gracias y un abrazo para todos

12:21 a. m.  

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