Romanos recuerdos
El otro día conversaba con un amigo bloguero sobre cómo en esta fecha, Semana Santa, me suele bajar la añoranza por retomar la senda de ser un buen y piadoso católico (no voy a dar la lata sobre ese tema, no se urjan).
Así las cosas, la plática derivó en un recuerdo de cuando viajé a Roma para el Jubileo por el año 2000.
Tocó la suerte que justo en esa fecha el Papa Juan Pablo II iba a realizar la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pablo Extramuros, así que aquel día partí temprano a la iglesia, cosa de agarrar una buena ubicación.
(Nota del redactor: El año 2000 Remus era un buen joven católico apostólico romano, de inocentes 26 años, trabajador abnegado y para quien el sexo sólo era concebible bajo el sagrado sacramento del matrimonio, y con una mujer, obvio).
Bueno, ahí estaba yo, feliz esperando al Papa y contento, también, de participar de esa experiencia rodeado de personas de distintos lugares: familias italianas, peregrinos polacos, religiosas y seminaristas de distintos países, católicos de las más variadas razas. Un ambiente donde lo que imperaba era la alegría por compartir ese momento.
Seguí con profunda devoción toda la ceremonia, pero en el transcurso de la misa –logré colarme al interior de la iglesia-, mi atención se vio en cierta forma interrumpida por dos personas.
La primera, la ragazza más bonita que había visto. Tenía una melena larga, oscura y rizada, modos suaves, sonreía constantemente mientras conversaba discretamente con el grupo con el cual andaba. Mientras la veía de reojo, sólo se me ocurría pensar que sería dichoso si alguien como ella se fijara en mí.
(Nota del redactor 2: Por esos años Remus sufría de una timidez y baja autoestima casi patológica).
Sin embargo la atención por esta chica se vio menguada por otra persona: un ragazzo también de unos veintitantos y muy atractivo. No era alto, pero sí de un físico muy bien proporcionado, rasgos varoniles, pelo castaño y corto peinado en forma impecable, con elegante y formal vestimenta. Pese a toda su compostura, no se veía como alguien serio o distante, para nada; su rostro transmitía inteligencia y bondad. De hecho eso fue lo que me llamó la atención.
Seguramente ustedes pensarán que el joven italiano me gustó. Pues sí, pero de una forma distinta.
Reconozco que tras el impacto inicial, sentí cierta envidia. Lo observaba y una vocecita en mi interior repetía “que ganas de ser yo así”, y no me refería tanto a lo físico, sino a lo que transmitía como persona (recuerden la Nota del redactor 2). Si han leído Demian se pueden hacer una idea más clara de lo que quiero decir.
Por eso al poco rato, lo que decía esa vocecita interior ya no tenía importancia, pues surgía otro pensamiento más fuerte: me daban ganas de ser su amigo. Esa era la admiración que me generaba. Era el tipo de persona por la cual uno diría rebosante de orgullo “es mi amigo”.
Tras volver a Santiago ese sentimiento me acompañó muchos días, y cada vez que sentía que estaba haciendo o pensando algo incorrecto, me acordaba de él y me recriminaba por no estar a su altura.
Loco ¿no? En fin, mucha agua ha corrido bajo este puente desde entonces. Me salió medio disperso el post, pero es un bonito recuerdo que y me dieron ganas de contarlo.
Así las cosas, la plática derivó en un recuerdo de cuando viajé a Roma para el Jubileo por el año 2000.
Tocó la suerte que justo en esa fecha el Papa Juan Pablo II iba a realizar la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pablo Extramuros, así que aquel día partí temprano a la iglesia, cosa de agarrar una buena ubicación.
(Nota del redactor: El año 2000 Remus era un buen joven católico apostólico romano, de inocentes 26 años, trabajador abnegado y para quien el sexo sólo era concebible bajo el sagrado sacramento del matrimonio, y con una mujer, obvio).
Bueno, ahí estaba yo, feliz esperando al Papa y contento, también, de participar de esa experiencia rodeado de personas de distintos lugares: familias italianas, peregrinos polacos, religiosas y seminaristas de distintos países, católicos de las más variadas razas. Un ambiente donde lo que imperaba era la alegría por compartir ese momento.
Seguí con profunda devoción toda la ceremonia, pero en el transcurso de la misa –logré colarme al interior de la iglesia-, mi atención se vio en cierta forma interrumpida por dos personas.
La primera, la ragazza más bonita que había visto. Tenía una melena larga, oscura y rizada, modos suaves, sonreía constantemente mientras conversaba discretamente con el grupo con el cual andaba. Mientras la veía de reojo, sólo se me ocurría pensar que sería dichoso si alguien como ella se fijara en mí.
(Nota del redactor 2: Por esos años Remus sufría de una timidez y baja autoestima casi patológica).
Sin embargo la atención por esta chica se vio menguada por otra persona: un ragazzo también de unos veintitantos y muy atractivo. No era alto, pero sí de un físico muy bien proporcionado, rasgos varoniles, pelo castaño y corto peinado en forma impecable, con elegante y formal vestimenta. Pese a toda su compostura, no se veía como alguien serio o distante, para nada; su rostro transmitía inteligencia y bondad. De hecho eso fue lo que me llamó la atención.
Seguramente ustedes pensarán que el joven italiano me gustó. Pues sí, pero de una forma distinta.
Reconozco que tras el impacto inicial, sentí cierta envidia. Lo observaba y una vocecita en mi interior repetía “que ganas de ser yo así”, y no me refería tanto a lo físico, sino a lo que transmitía como persona (recuerden la Nota del redactor 2). Si han leído Demian se pueden hacer una idea más clara de lo que quiero decir.
Por eso al poco rato, lo que decía esa vocecita interior ya no tenía importancia, pues surgía otro pensamiento más fuerte: me daban ganas de ser su amigo. Esa era la admiración que me generaba. Era el tipo de persona por la cual uno diría rebosante de orgullo “es mi amigo”.
Tras volver a Santiago ese sentimiento me acompañó muchos días, y cada vez que sentía que estaba haciendo o pensando algo incorrecto, me acordaba de él y me recriminaba por no estar a su altura.
Loco ¿no? En fin, mucha agua ha corrido bajo este puente desde entonces. Me salió medio disperso el post, pero es un bonito recuerdo que y me dieron ganas de contarlo.
5 Comments:
Uff...
si leyera mis escritos antiguos...
no andan muy lejos de los tuyos,
pero sabes, a uno le toca vivir lo que le corresponde no más, y orgulloso debe sentirse uno porque esos pasos fueron los que te llevaron hasta donde se está hoy.
Slds
ay..
es bien valiente reconocer las cosas del pasado o de la forma en que eramos, pero me sorprende tu lucidez para recordarlo y plantearlo..es poco comun que seamos descarnados y "objetivos" cn las cosas que se refieren a nosotros mismos..
Tus sensaciones y sentimientos respecto al ragazzo se me hacen muy familiares y conocidas...
Hace tiempo que no tengo ese tipo de emociones que son muy poco "claras" y definidas pero que definitivamente te hacen sonreir levantar la cabeza y aunque suene manoseado te hacen desear ser una mejor persona..
Igual por un momento me estaba escandalizando..pense que venia una narracion de deseo sexual contenido..teniendo de fondo...el Vaticano..me pase de hereje no?
abrazos
Pablillous
Todo muy Hesse. Muy bonito y noble, pero se me enquistó en el mate la imagen de la guardia suiza y me quedó la caga. Fantasia papal suiza...mmmmmm
Eso
B.
PD1: Tengo una teoría sobre las personas que trasmiten tanta armonía y custión. Apoyo la tesis de que corresponde a un engaño colectivo desarrollado a partir del renacimiento a través del cual se nos implantó en el cerebro representaciones estéticas de la virtud y de la pureza, así como de la maldad y el pecado. La visualización de ellas en personas, no producen esos sentimientos. Que te haya pasado en Roma podría apoyar mi tesis.
PD2: Ojo con las voces interiores. Puede ser EQZ.
imagino que cada vez que recuerdas ese viaje logras transportarte a ese momento, imagino que vuelven a tu cabeza los olores y todo lo que conlleva a eso.
lo que cuentas de la atraccion hombre mujer - hombre hombre, a muchos nos ha pasado, todo es parte de un proceso sin fin
abrazos
jvr
jajajajaja me gustó mucho tu nota del redactor. ¿cuál sería tu descripción actual?
sus descripciones son buenísimas, don Remus. se nota la buena pluma. se nota que la ejercita y la va puliendo cada vez más.
qué mal lo de la baja autoestima. me parece que a la fecha es tema superado, ¿o no?
finalmente, le pido licencia para un poco de mamonería, y le reitero lo que dije en el chat: yo me siento honrado por las amistades que gané con los bloggers. notablísimas personas, y espero no portarme tan mal con ustedes...
saludos
p.d. interesante la teoría de don Blefa.
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