viernes, septiembre 29, 2006

32 años...

(+ 12 meses)
Desde hace unos días venía pensando cuál sería la mejor manera de celebrar, bloguísticamente hablando, mis recién cumplidos 32 años (y doce meses).

Una opción era no hacer ninguna referencia al tema y dejar que pasara piola, como muestra de sobriedad y discreción... Pero nah, que fome, es mi cumpleaños y tengo todo el derecho a festejarlo y gritarlo a los cuatro vientos.

Decidido entonces que publicaríamos un post sobre tan magno evento –en una semana repleta de ellos, como he visto y me consta que seguiré viendo en otros blogs-, la nueva inquietud era si lo hacíamos en forma recatada y elegante o con gran bombo (chucha estoy hablando como el Papa: en primera persona plural).

Entonces pensé, “si Julita Astaburuaga, la gran dama del jet set chileno, no le hace asco a celebrar su natalicio con la mayor parafernalia posible ¿Por qué yo no?”

Yap, pongámosle pino al asunto.

Pero ¿Qué hacer?

Una alternativa era publicar un post recopilatorio de mis 32 mejores y/o más impactantes escritos en la red (porque 32 posts antiguos + el nuevo texto = la cifra mágica en este día). Me parecía una solución simpática: así mis antiguos lectores podrían refrescar su memoria y los nuevos visitantes tendrían la oportunidad de conocer, en forma resumida, las tonteras que he escrito en este
ya más de un año que llevo en bloguerlandia.
Si bien esta alternativa estuvo a punto de materializarse, perdió fuerza en la recta final (igual, nunca está demás pegarse una repasada a los archivos, hay algunas confesiones bien interesantes por ahí).

Otra opción era redactar un post sabrosón con algunas de las historias que hasta ahora el pudor me ha hecho mantener bajo siete llaves (sí, sí, eso mismo que están pensando los muy cochinones). Después de todo, el sexo siempre da rating.

Pero luego consideré que son mis 32 años (+ doce meses), una cifra significativa, y no por la cantidad ¿OK? En el calendario hobbit correspondería a la edad en que se accede a la adultez (sorry, como fan de Tolkien tenía que agregar ese dato en alguna parte). Así que preferí dejar de lado los recursos tipo “Morandé con Compañía”.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Me seguía cuestionando.

Hasta que decidí dar un paso arriesgado ¡Insólito! me atrevería a decir, dado mi reconocido miedo escénico: salir del anonimato bloguístico y publicar mi foto.

Sí señoras y señores, amigos todos. Redoble de tambores...
¡La primera foto de Remus a rostro descubierto y celebrando su cumpleaños!


¡¿Díganme si Clinique for men no hace milagros?! Si me veo todo un bambino.

miércoles, septiembre 27, 2006

Zzzz

Esta mañana estaba en lo mejor durmiendo, cuando de repente –en lo más profundo de mi sueño- empiezo a escuchar un rítmico y poco habitual sonido, que lentamente fue adquiriendo importancia. Mi neuronita, pese a su estado de inconciencia, siguió la pista de aquel extraño ruido, para descubrir que su origen era nada menos que... mi nariz.
¡ESTABA RONCANDO!
Fue tal mi impresión que me desperté de golpe, pero por un breve instante de duermevela pude captar el suave jjGrrrrrr-jjGrrrrr que emanaba de las profundidades de mi ñatita.
Hasta donde sé, yo no ronco (ahora deberé decir roncaba); prueba de ello es que la novedad de esta situación tuvo la capacidad de imponerse frente a mi siempre pesado sueño. ¡Y ojo! No fue porque estuviera provocando la estridencia del barrito de un elefante, al contrario, era como el agradable ronroneo de un gatito (jejeje). Si hasta me gustó la cadencia que tenía.
Sin embargo, tampoco puedo afirmar que ésta sea la primera vez que ocurre, pues no hay testigos independientes que puedan aclarar el asunto. De grande nunca he dormido con otra persona a mi lado; eso está reservado para alguien especial (siendo franco, una vez compartí la cama con un amigo durante un viaje, pero fue un instante absolutamente casto, y no se quejaron de que roncara).
El sonido nasal de este mañana (¿existe algún sinónimo para no repetir tanto ronquido?) también se pudo haber generado por el hecho que estaba de espalda y con la cabeza algo inclinada. Me gusta ocupar distintas posiciones en la cama... para dormir (y bueno, para lo otro también), pero ésa no es la más común, así que pudo haber influido.
¿A qué viene tanta preocupación por un simple ronquido? (plís ¡sinónimos!), es que para mí ese acto siempre estuvo asociado a un tema de edad... cuestión que me tiene algo sensible por estos días.
A ello se deben sumar otros indicios del paso del tiempo, como esas desagradables canas que me están apareciendo en la barba. En general opino que los famosos pelitos blancos son bien sentadores en los hombres, cuando están en los lugares adecuados; pero cuando brotan en forma aislada en el mentón, como gritando rebeldía y destacándose contra el resto de la negra vellosidad, me resultan desagradables. Los observo en el espejo y me generan la misma molesta impresión que esos filamentos que pueblan las barbillas de algunas abuelas: aunque uno haga como que no los ve, están ahí y resaltan demasiado.
Insisto, no son las canas en sí lo que me molesta, sino la disposición estética con la que están surgiendo. Por ello, a pesar de lo mucho que me gusta mi osezna barba, estoy pensando seriamente en volver a ser un chico de carita afeitada (lo que sería la felicidad de señora madre).
En fin, son cosas de la edad que uno tiene que ir aceptando.
PD: Creo que ha sido uno de los posts más irrelevantes, vanidosos y burbujitas que he escrito; muy estilo “Legally Blonde” o "Clueless". Pero como ambas películas me encantan, cero rollos.

jueves, septiembre 21, 2006

¡Ups!

Con tanto día feriado durante estas Fiestas Patrias, abundaron los ratos de ocio improductivo... Y bueh, en esos momentos uno está más propenso a dejarse llevar por la tentación.
Es así que a este pobre e inocente pecador, se le ocurrió la brillante idea de llamar a una de esas líneas telefónicas medias chacoteras... sólo por curiosidad ¡Obvio! Para saber cómo son.

Después de escuchar unos poquitos, muy poquitos mensajes, me aburrí y opté por ver televisión o escuchar música, no recuerdo bien.

Ya había pasado un buen rato de eso, cuando de repente algo me alerta para que ponga atención a una conversa que -entre el primer y segundo piso de la casa- sostenían señora madre y mi hermano.

“... Es que parece que el teléfono está ocupado...” alcancé a distinguir.

Una voz en mi interior reaccionó como el robot de Perdidos en el Espacio (¡Peligro, Will Robinson, peligro!). Levanté el auricular y ¡HORROR! Escucho:

“... Aprieta el uno, si quieres pasar al siguiente mensaje; el dos, si quieres enviarle un mensaje privado...”

Un escalofrío me recorrió entero, me vino la taquicardia y casi perdí el conocimiento (marca registrada de Pablillous).
¡Puta, cómo tan weón! Pensé en una milésima de segundo, para luego proceder a presionar como loco todos los botones del aparato telefónico. Pero nada, la conexión a la maldita línea chacotera seguía imperturbable. Para colmo se empezaba a oir un mensaje que hizo bombear de golpe toda la sangre a mi rostro.

Desesperado salí corriendo de la habitación. A los pies de la escalera señora madre se llevaba el teléfono al oído y ponía cara de extrañeza.

Lo único que atiné a decir, fue “mamá, cuelgue por favor”.

“Eh, bueno” dijo, aparentemente sin entender mucho.

Con las piernas todas tembleques regresé a mi pieza.

Temeroso volví a levantar el auricular, y...

“...o el tres si quieres solicitar una conexión en vivo...”

Nooooooooooo. Qué maldición gitana me persigue.
Traté de calmarme y pensar el origen de la amenaza. Recurriendo a toda mi sangre fría me dirigí a la habitación de mi hermano.

Para variar estaba acostado viendo TV y escuchando música. Con el mayor disimulo me fijé en el teléfono, y ¡Tate!, estaba mal puesto el auricular. Aparentando no darle demasiada importancia, procedí a corregir el problema y volví a mi pieza.

“Esto te pasa por caliente y descuidado”, me recriminé, mientras trataba de recuperar la calma. Pero la verdad es que la preocupación me duró bien poco, porque al poco rato ya estaba como si nada hubiera ocurrido (aunque seguía recriminándome lo weón).

Hasta ahora señora madre no ha hecho ningún comentario, pero si de verdad llegó a captar algo, pues, qué le vamos a hacer; apechugar no más. Mala cueva dijo el conejo y se cambió de hoyo.

lunes, septiembre 18, 2006

Asados y buena mesa

Para el chileno el Dieciocho es sinónimo de asado. En realidad, cualquier festividad o celebración es motivo de un buen asado. Sin embargo, yo nunca he sentido particular aprecio por ese plato.
Lo que me gusta de ellos es la dinámica grupal que se genera, especialmente con los amigos. La oportunidad de juntarse, conversar y compartir. Pero francamente prefiero cuando ese mismo ambiente se logra gozando de un rica preparación de pastas, exóticas comidas orientales, tapas españolas u otras delikatessen.

Con los años me he vuelto sibarita y reconozco que uno de los placeres que más disfruto es degustar de la buena cocina; ojalá con diferentes aliños y texturas.

En cambio, un trozo de carne de vacuno a las brazas –que generalmente es la base de todo asado- lo encuentro bastante insípido y también por original. Por supuesto, el escenario mejora bastante si se incluye lomito o pulpa de cerdo (animalito bastante más sabroso), y los siempre bienvenidos choripanes (no sean mal pensados).

Ah, pero el asado que sí es una delicia es el costillar de chivito ¡Ñami! Tampoco puedo dejar de mencionar esa maravilla culinaria que es el pebre.

En todo caso, siento que la celebración con asado es como bien “básica”. En cierta medida me da la sensación que los chilenos no manifestamos un particular aprecio por la comida y todo lo que ella representa.

Para otros pueblos, como los franceses, italianos, españoles, árabes, judíos, mexicanos, peruanos, hindúes, etc., una fiesta tan tradicional como el Dieciocho sería LA oportunidad para desplegar sobre la mesa una serie de platos cargados de historia y aprecio por los productos de su tierra (ja, esto sonó como a una de las presentadoras del canal Gourmet). Acá no. Simplemente nos quedamos en la parrillada (muchas veces hecha a la rápida), la empanada (muy rica, cuando está bien preparada) y si es verano, humitas y/o pastel de choclo.

Un tanto pobre ¿no?

Y eso que tenemos una cantidad enorme de productos de calidad, como para desarrollar una cocina chilena original y variada.

La buena mesa es uno de los mayores placeres sensuales (porque involucra a los diferentes sentidos). Y si la poca preocupación que le manifestamos lo chilenos la extrapolamos a otros ámbitos, no habla muy bien de nuestra capacidad para disfrutar con detalle.

domingo, septiembre 03, 2006

Instantes

Quiero alcanzar mi estado serenidad, mi perfecto zen. A veces percibo que está ahí, a la vista, como un punto definido en el horizonte; pero parpadeo y otra vez huye a perderse.
En esos momentos me inunda el desánimo. Me sumerjo en la luz mortecina de un ocaso donde las sombras se extienden casi infinitas, y dejo que mi cuerpo sucumba ante el frío hiriente de ese minuto que no es día ni noche. Entonces, de improviso, vislumbro la nueva belleza que me rodea.

Levanto la vista y sonrío con renaciente gozo, porque comprendo que la felicidad no es algo que me esté esperando más adelante, sino que es la suma de instantes únicos y fugaces, imposibles de capturar.