jueves, diciembre 29, 2005

Annus Blog

Partí el año 2005 confundido y decepcionado por el rumbo que estaba tomando mi proceso de incursión gay. Consideraba que este mundo –lo poco que conocía, debo precisar- era totalmente ajeno a lo que yo valoraba. Tampoco me sentía bien con la forma un tanto esquiva y a escondidas en que lo estaba viviendo.
La muerte de Juan Pablo II me movió a cuestionarme mi opción y retomar con fuerza mis raíces católicas. Incluso me acerqué a un movimiento conservador, y me sentí bien. Fue una etapa necesaria, de re-equilibrio interno.

En eso estaba, cuando un amigo me comentó de los blogs y me dijo que pretendía crear uno. Lo empecé a leer a él y buscar otros sitios. Como a muchos les habrá ocurrido, el primero que conocí fue el de José Miguel Villouta, pero pronto mi atención se fue a otros que me parecieron mucho más interesantes (PEC, Historias de un huracán sin rumbo, Wild Opera), porque en ellos vi franqueza, vi personas que se atrevían a hablar de las mismas cosas que yo muchas veces había sentido, pero callaba. Prácticamente me leí enteros esos blogs, y de ahí fui llegando a otros... hasta que me atreví a lanzarme yo también.

Lo que ha ocurrido desde entonces se podría decir que ya es historia conocida (para algunos); por lo menos los hechos más relevantes están contados en todos estos posts que se acumulan desde junio; historias de dudas y de avances, de miedos y alegrías, de pensamientos profundos y de tonteras solemnes. Historias de vivencias y de nuevos amigos.

Esta es la voltereta que me di el 2005 y es lo más cercano a un balance que pretendo hacer.
Ahora puedo decir que estoy nuevamente de pie, mirando al frente, expectante.
Mis mejores deseos para todos este 2006 y un abrazo, pero sólo valedero a partir de las 12:01 AM del domingo.

Editado: Se me olvidaba. Dejo el 2005 con casi 8 kilos menos, yeah!!!

miércoles, diciembre 28, 2005

Esperando la cigüeña

Una de mis mejores amigas me envió hoy un mail contándome que va a ser mamá. Fue tanta mi alegría, que si bien no soy una persona muy efusiva, mi reacción inmediata fue llamarla y casi gritarle mis felicitaciones.
Estaba feliz por ella, porque sabía lo mucho que deseaba quedar embarazada, y porque ya el año pasado enfrentó una situación triste. De hecho, recién se atrevió a darle las buenas nuevas a su familia, no obstante lo avanzada de la gestación, en la cena de Navidad. Menudo regalo ¿no?

Sin embargo, este hecho me ha motivado algunas reflexiones sobre el futuro.

Prácticamente todos mis mejores amigos –mi círculo de hierro- ya están casados, pero hasta ahora ninguno había hecho encargos a la cigüeña. Es un grupo pequeño, que nos conocimos en el primer año de universidad y que desde entonces hemos mantenido una sólida e ininterrumpida hermandad. A dos de ellos los vimos enamorarse, crecer como pareja y tras un largo pololeo, formar una lindo hogar, de esos que uno está seguro que va a durar toda la vida; otras dos amigas sumaron nuevos integrantes a este selecto club, con sus respectivos matrimonios; otro amigo emigró a tierras lejanas siguiendo el amor; y yo, bueno, aquí me tienen, tratando de encausar mi vida después del vuelco que significó asumir mi condición de gay.

Durante todos estos años, ellos han sido mi apoyo. Hemos reído y llorado juntos; hemos viajado; hemos compartido sesudas conversas sobre monitos animados hasta altas horas de la madrugada. Nos sabemos nuestras mañas y nuestros gustos.

Sin embargo, con el tiempo nuestras juntas se han hecho menos frecuentes. El trabajo, los compromisos familiares, todo ha incidido en que ya no exista la misma libertad de acción de antes.

Y la llegada de los niños, quiéralo uno o no, va a acrecentar eso.

Además, es un mundo que yo no voy a compartir con ellos. Cuando nos juntemos van a surgir temas nuevos; los logros de sus hijos; las dificultades para conseguir colegios; las nanas... temas que hasta ahora habían estado excluidos de nuestras reuniones, pero que en el futuro van a tomar protagonismo, y en los cuales yo voy a ser en cierta medida un advenedizo, un intruso.

Todo esto constituye una preocupación un poco exagerada y egoísta de mi parte, lo sé; pero cuando yo quiero a una persona –y a estos amigos los quiero tanto como a mi familia- no puedo evitar ser un poquito posesivo y aprensivo. No lo demuestro, pero lo siento.

En todo caso, no se mal entienda, este pequeño afán egoísta mío no se compara con la alegría que me provoca verlos cumplir sus sueños. Y por cierto, tengo la certeza que ellos siempre van a estar prestos a integrarme.

¿Y qué pasa con la opción de paternidad para mí? Uff, ése es un tema que merece un post aparte.

sábado, diciembre 24, 2005

Navidad

Feliz Navidad, feliz Hanuka, felices fiestas a todos los amigos blogueros.

martes, diciembre 20, 2005

Iniciando el destape (2)

Al llegar al Club Miel mi mayor preocupación se hizo realidad: justo en la entrada estaba un amigo. No había nadie más, sólo él esperando a sus acompañantes; imposible pasar desapercibido.
Era como si el destino hubiera determinado que para ser digno de ingresar al Club tenía que enfrentar esa prueba.

Pues bien, no quedaba más que seguir adelante y tomar la iniciativa, así que me dirigí a la entrada y en lugar de tratar de hacerme el disimulado, me acerqué a él y lo saludé con la mayor naturalidad. No hice ningún intento de dar explicaciones, ni él me las pidió, aunque yo estaba dispuesto responder con sinceridad si me lanzaba un asombrado: “
pero Remus ¿Qué haces aquí?”. Porque yo creo que muchos amigos juran de guata que yo soy casi Opus Dei o algo por el estilo, de hecho, una de mis mejores amigas una vez me dijo que yo era un poquito mojigato.
En fin, si se sorprendió de verme ahí, acompañado de casi puros hombres, se lo supo guardar. Hablamos un poco de nuestras pegas y de en qué estaba cada uno y nos despedimos con un “nos vemos adentro”.

Y así, triunfante sobre mis temores, ingresé a la fiesta gay.

Ja, parecía Carmela llegando a la ciudá. Me fijaba en todos los detalles: en el tipo de personas que había, en cómo estaban vestidos, qué hacían... huaso absolutamente, si al final todo el ambiente era de lo más normal y relajado.

Fuimos a la pista de música electrónica y mis amigos se pusieron a bailar, mientras yo seguía más bien estático, con los brazos cruzados, sin saber muy bien cómo actuar y sintiendo un poco de vergüenza por mi torpeza social.

Además, estaba fascinado observando todo lo que ocurría a mí alrededor y también contento por el simple hecho de estar ahí. Me decía a mí mismo “bien Remus, lo hicimos”.

No voy a decir que estaba totalmente relajado, pero me sentía bien.

Después de un rato fuimos a la otra sala; no había mucho público y la música tampoco era de todo mi agrado, pero ya me estaba sintiendo con más confianza. La gente lo estaba pasando bien, e incluso aproveché de jotear un poco, pero en forma bastante inocentona. Era un niño grande con juguete nuevo.

También casi tuve la oportunidad de conocer a otro bloguero, porque Romané nos presentó a unos amigos que estaban en la fiesta, pero como yo no soy precisamente míster personalidad, me limité a saludar al par de jovencitos y nada más.

La jornada también me dejó en claro que soy un chico Madonna: bastó escuchar los acordes de Hung Up y Like a Virgin para animarme a bailar con más soltura, o por lo menos intentarlo, porque el gen gay que contiene esa información lo tengo atrofiado por falta de uso.

Así pasó el rato y llegó la hora de partir. Conclusiones, fue una muy buena experiencia, que me permitió romper con muchos tabúes y que claramente hay que repetir. Porque al final, el grado de incomodidad que sentí no fue producto del ambiente gay, sino simplemente por mis miedos
–reconozco que me habría complicado toparme con algún conocid@ del trabajo- y falta de experiencia en socializar.
Finalmente, sólo me resta agradecer una vez más el apoyo brindado por un grupo de amigazos de lujo. Los quiero mucho cabros, se pasaron!!!


Y para cerrar como corresponde este post, mi nuevo himno de batalla, de la ídola Madonna (¡¿Ven lo gay que ya me he puesto, juas!?): JUMP.

Pero como no sé poner música y tampoco me interesa complicarme la vida averiguando cómo se hace, les dejo parte de la letra. Consíganse la canción, está buenísima.


Jump (Madonna, Confessions on a dance floor)


There’s only so much you can learn in one place

The more that I wait, the more time that I waste


I haven’t got much time to waste, it’s time to make my way

I’m not afraid what I’ll face, but I’m afraid to stay

I’m going down my own road and I can make it alone

I'll work and I'll fight, Till I find a place of my own


Are you ready to jump?

Get ready to jump

Don’t ever look back, oh baby,

Yes, I’m ready to jump

Just take my hands

Get ready to jump

lunes, diciembre 19, 2005

Iniciando el destape

Cuando Dixleso me dijo “te tengo una invitación”, ya me podía imaginar lo que se venía: con otros muy buenos amigos blogueros (Voikot, Apprentice, Kuático y Yo Claudio, que al final no pudo participar; un siete todos estos cabros) estaban planeando ir a la fiesta del sábado en el Club Miel y me preguntó si me animaba a ir.
Difícil decisión, porque dar el paso de ir a un lugar abiertamente gay era algo que hasta ese momento había evitado a toda costa. No me sentía listo. Pero en esta oportunidad me pillaron con un estado de ánimo distinto; digamos que el proceso vivido durante el último tiempo (y donde el conocer a estos y otros blogueros ha jugado un rol importante), está rindiendo sus frutos. Es así como después de un rato de vacilación, en que mi vocecita puritana me susurraba “no, Remus, no”, acepté.

Parece que mi respuesta no fue del todo convincente, porque el sábado me volvieron a preguntar si iría.

Debo confesar que si esta situación se hubiera dado tiempo atrás, simplemente me habría pasado todo ese día con un nudo en la guata y tentado a inventar una excusa de último minuto, pero esta vez hasta tenía ganas de que ya fuera la hora.

En todo caso, en el transcurso de esa tarde me llevé algunas sorpresas que le agregaron color al asunto. Es así como conversando con Romané por msn de repente me pregunta qué panorama tengo para la noche; diplomáticamente le respondo “salir de copas con amigos”, a lo que me replica “yo también”; luego vuelve a la carga con un “¿Y después?”, y yo ya un poco cachudo por la dirección que estaba tomando la conversa, digo como quien no quiere la cosa “quizá ir a bailar”, obteniendo nuevamente por respuesta un “yo también”.

...

Seré piola y a veces medio quedadito, pero sé sumar 2+2. Así que rápidamente hice unas averiguaciones, y efectivamente, en la ocasión también iba a conocer en persona a una nueva bloguera.

Pero qué tanto, ya estaba embalado en el asunto, y no iba a dejarme caer en preocupaciones tontas por miedo escénico. Así que feliz de conocer a Romané.

Luego, muy sutilmente me hicieron saber que la junta previa pretendía ser en el Vox Populi, escenario de unas de mis primeras andadas en el mundo gay y que no terminó muy bien (ver aquí).
A esas alturas ya estaba entregado.. ups, quiero decir, que si iba a ser en el Vox Populi, que fuera, y punto (aunque cierta persona no se acordó de darme la confirmación).

Llegada la hora me encaminé al mentado pub a paso firme. Mi objetivo, ubicar a mis amigos lo más rápidamente posible y evitar toda sobreexposición (qué quieren que haga, si igual soy un chico tímido).

Ahí tuve el gusto de conocer a Romané y compartir con todos un rato bien agradable, aunque para variar, yo más callado que de costumbre; con suerte habré dicho unas cinco frases. Y nuevamente fui motivo de risas al comprar todo tiritón mi entrada a la fiesta. Para que sepan, “a-m-i-g-o-s”, siempre he tenido mal pulso, OK (y nervioso, peor aún).

Cerca de la 1:30 hrs partimos a la fiesta. Pero mis impresiones de lo que ahí ocurrió será motivo de otro post, porque éste ya quedó muy largo, y en esos casos hay algunos blogueros que no pasan de leer el primer párrafo.

miércoles, diciembre 14, 2005

Exceso de trabajo

Estoy apestado. Son las cerca de las 3:00 AM y tengo que terminar un trabajo urgente, pero mi mente está en cualquier otra parte. Es que lunes y martes han sido jornadas de estar sentado todo el día frente a la pantalla del PC, y no doy más. Mis neuronas sucumben a la menor distracción.
Lo peor es que para este miércoles y jueves el panorama laboral pinta igual o más duro. Por suerte tengo capacidad de rendir bajo alta presión, pero el desgaste es grande, y además, me pongo “ganoso”: me baja la urgencia por liberar la tensión acumulada.

Y ahí está la ventanita del chat, tan tentadora.

Por eso mejor escribo esto en el blog, mientras trato de concentrarme nuevamente en la pega.

domingo, diciembre 11, 2005

Votación

Ya voté, cumplí con mi deber cívico. Debo ser sincero, siempre me han gustado las elecciones y no tendría ningún problema en ser vocal de mesa.
Cuando cumplí los 18 años una de las primeras cosas que hice fue inscribirme en los registros electorales; claro que eran otros tiempos, en que la participación política todavía era algo nuevo y emocionante.

Pero las elecciones de hoy me tienen desilusionado, simplemente no encuentro que los candidatos estén a la altura. De hecho, para diputados voté en blanco porque ninguno me convencía.

Son siempre los mismos rostros, que repiten las mismas frases y promesas que no valen nada.

Para mí la política es una actividad importante, que merece gente preparada... no tipos que creen que su labor es andar levantando escándalos o agarrarse de cualquier tema de moda para aparecer en televisión, o que en sus afiches se visten como doctores a pesar que hace años que no ejercen. Yo quiero gente seria.

¿Será que soy muy exigente?

Me gustaría que para presidente hubiera aparecido una persona que fuera franca, que no tuviera miedo en decir las cosas por su nombre, aunque con eso fuera impopular en algunos sectores. Yo quiero que el hombre o mujer que me represente tenga carácter, voz propia, que se atreva a reconocer que hay cosas que se pueden hacer y otras que no.

Pero en la sociedad light de hoy parece que eso es mucho pedir. Ni los políticos están dispuestos a correr ese riesgo, ni a las personas les agrada escuchar la verdad.

En fin, sólo queda esperar los resultados y desear que los elegidos lo hagan bien, o por lo menos no muy mal.