martes, enero 30, 2007

Confesión

Me bajó el pudor. Este lunes en la oficina, sin posibilidad alguna de acceder al blog, recordaba lo escrito y me venía la vergüenza. No tanto por lo revelado, ya que si bien puede ser subido de tono, considero que no cae en lo ordinario o vulgar. No, no va tanto por ahí el asunto. Lo que me cuestiono son los reales motivos de escribirlo. ¿Era necesario? susurraba insistente una vocecita interior. Al comienzo fue simpático redactar el post, lo admito; sacudir la imagen que quizá se tiene de uno. Pero eso ya lo había hecho antes, con posts más sinceros, porque nacieron de lo que sentía en el momento, no de un compromiso asumido. Además, seamos francos, todo esto tiene su cuota de marqueteo (bien lo debe intuir el Sr. J.). Pero bueno, la idea de los blogs es ser leído ¿no? Igual, como atenuante, señalemos que hay un poco de juego cómplice con ustedes, lectores habituales. Una humorada en la que los invité a participar. Mi “pequeña gigante”, podría decirse, desafiando lo establecido, en la búsqueda de llamar la atención y generar reacciones. No obstante, no estoy del todo conforme. Pero lo hecho, hecho está… Al respetable, sólo me resta agradecer su buena onda y participación. Esta performance ha terminado, pero el espectáculo continúa.

domingo, enero 28, 2007

2.

Me gusta calentar. El juego previo de explorar el cuerpo de la otra persona, descubrir sus puntos sensibles y explotarlos. Jadeos, cambios en la piel, pequeños sobresaltos, son parte de un lenguaje corporal que he ido aprendiendo leer, porque que me gusta ser dedicado en lo que hago.
Las tres cucharadas y a la papa, no va conmigo; aunque en ocasiones también me ha proporcionado instantes increíbles.
Pero no sólo de penetración vive el hombre. Hay infinitos otros puntos que ofrecen placeres nuevos, distintos, únicos, pero que requieren darse el tiempo de prestarles atención.
Recorrer con los dedos o la lengua la columna del otro; mordisquear y acariciar suavemente la parte interior de los muslos, rozando el escroto y viendo como el pene cobra vida, clamando atención; acariciar las tetillas, generando esa sensación corporal tan única, a hombre; sostener en alto los brazos de la pareja, besar sus axilas y proseguir formando un camino húmedo hasta las muñecas, mientras la otra persona yace entregada, dejándose hacer. Y mil caricias más.
Porque el buen sexo requiere tener la confianza para bajar las defensas y permitirse disfrutar. Es entonces cuando alcanza un grado de belleza inigualable.
Y mientras se otorga ese placer –que por supuesto debe ser mutuo-, uno también va conociendo sus propios gustos, enriqueciendo el código privado de los amantes.
Así, yo he descubierto que en general me excita el viril aroma del bajo vientre y la entrepierna, tan distinto al resto del cuerpo; esa agradable sensación pegajosa de dos pechos juntos, tibios y transpirados; jugar distraídamente con los vellos de las piernas y acariciar las nalgas; escuchar la respiración agitada del otro, cuando mis labios se mueven desde su oreja, por el cuello a la nuca; mirar fijamente a los ojos y ver la calentura en su rostro.
Y cuando esa seducción está hecha, y todos los sentidos están afinados y expectantes, dejar que arremeta la pasión, el desenfreno, la caricia brusca, el lamerse enteros y los besos desesperados. El no aguantar más y fundirse en uno.
Ternura y pasión, esa es la mezcla que me gusta. Sexo de horas… en realidad sin tiempo. Simplemente lo que tenga durar.

viernes, enero 19, 2007

Top Chef - Apología

Un grupo de blogueros cuestionaron mi admiración por los dos chef mencionados en el post previo. “Pésimo gusto” me dijeron, que necesitaba revisar mis anteojos y que convenía que viera menos tele.
OK, es su opinión y la respeto, pero yo tengo la mía y es igual de válida.
Sin duda existen hombres dotados por la naturaleza de físicos prodigiosos, que llaman la atención en cualquier parte, que podrán ser o no del gusto de todos, pero a los cuales nadie podría considerar carentes de atractivo. Brad Pitt sería un ejemplo típico de ello.
Pero si duda son la minoría de los casos.
La mayoría de los individuos son (somos) más o menos agraciados, pero afortunadamente siempre (o casi) hay uno o más detalles que los hacen dignos de atención: una bonita sonrisa, una voz particularmente agradable, la forma de moverse, una inteligencia perspicaz, qué se yo.
Muchas veces son aspectos que pasamos por alto a la primera, segunda o decimoquinta mirada, pero que en algún momento nos hacen clic, y nos llevan a fijarnos en forma diferente en esa persona. Y de a poco vamos redescubriendo otras características que empiezan a destacar bajo una nueva luz.
Por ejemplo, los dos personajes que mencioné antes no son para nada minos, de hecho ni siquiera me llamaban la atención en los primeros capítulos del programa Top Chef. Pero con el paso del tiempo fui encontrando media picarona la sonrisa de Tom Colicchio (el peladito sexy), y me dije “mmm, interesante”. También me pareció que le quedaba bien su calva, y como es medio corpulento, se me hizo abrazable. ¡Rico!
Harold Dieterle en cambio (el de los ojos claros), tiene un corte de pelo horrible, le faltan un par de buenas cazuelas para mi gusto y es absolutamente desgarbado. De hecho en un capítulo, por efecto de la iluminación se veía igual a Montgomery Burns… Sin embargo, tiene una forma de ser de chico medio tímido, medio mateo y parado en la hilacha, que me fue cautivando (como el detalle de siempre llevar un lápiz mina en la oreja). Además, se nota que siente pasión por lo que hace, y eso generalmente hace más atractiva a una persona.
La gente demasiado perfecta es para apreciarlas por un rato, pero es más entretenido –por lo menos en mi opinión- cuando descubrimos algo distinto en personas consideradas comunes y corrientes, y le damos chance a dejarnos seducir por ello.

PD: El próximo post sí o sí va con el resultado del Remusbarómetro.

jueves, enero 18, 2007

Top Chef

No me importa si son top chef, bottom chef o lo que prefieran. Para mí Tom Colicchio (el peladito sexy) y Harold Dieterle (el serio competidor de los ojos azules), son los platos más apetitosos de este entretenido reality, transmitido por el canal Sony.
¡Mmmm, ñami!

sábado, enero 13, 2007

Fifi

Ya sé que implícitamente me había comprometido a que mi próximo post sería referente al tema que obtuviera más votos en la encuesta anterior. Pero creo que todavía es muy pronto para darla por cerrada, y uno tiene que esperar también que llegue la inspiración, de lo contrario resulta un escrito fome.
Por eso, aprovechando que ando con cuerda para escribir, les dejo por mientras este otro post.
Y si usted todavía no ha expresado su opinión en el Remusbarómetro, ¡no deje pasar esta oportunidad y hágalo ya!

*****

La primera vez que me junté con un amigo bloguero estábamos en lo mejor de la conversa, cuando a mí se me ocurre decir que lo único que no quería, era terminar como esos gays que están solos y viven para cuidar a sus perros chicos, a los cuales regalonean peor que si fueran niños.
Mi amigo bloguero, con ojitos brillosos de monito japonés, me responde “yo tengo una perrita”.
Y ahí yo, replicando ese clásico de Peirano y Díaz en Plan Zeta, me deshago en disculpas del tipo “pero nooooo, si yo no me refiero a tu caso, yo hablo de otros gays, maduros. Si de seguro tu perrita es lo más amorosa que hay, y bla bla bla”.
Na que hacer, ya había metido la pata.
Tiempo después, al conocerlo más y leer algunos post (varios en realidad) en que hacía referencia a su mascota, me di cuenta que la había cagado jevi (supongo que algunos ya saben a quién me refiero).
¿Por qué cuento esto? Por dos motivos. Primero, para aclarar que soy re bueno pa los comentarios inoportunos; dichos sin mala onda, sino de puro inocentón. Como que de repente la neuronita filtro anda pajaroneando.
Segundo, porque no sé si es sólo impresión mía, pero encuentro que cada vez es más común ver a hombres de entre 20 y 50 años aprox, paseando solos a caniches finos (poodles, yorkshires, beagles, etc.), por distintos barrios de Santiago.
Inevitablemente cuando veo a uno tiendo a pensar –quizá es prejuicio mío-, que son colegas. Y me digo “shuuu, que ha aumentado la población”. ¿O será que ahora hay menos temor de mostrarse?
Quizá debería sacar más a pasear a mi quilterry (linda pechocha ella. A ver, quién es mi Panditaaa, quién es mi fea llegalona). Claro que pa tirar pinta, como que le falta harto pedigree, jejeje.

PD: Volviendo a la encuesta de abajo, qué pena que la opción 5 lleve tan pocos votos, se me había ocurrido un título la raja:
1. 2. 3. ¡Momio es!
Bueno ¿no? Weeeeeno.

martes, enero 09, 2007

Remusbarómetro

1. Si añora volver a leer una historia de mi cándido despertar gay, elija 1.

2. Si usted es picarón y quiere que mi próximo post sea hot, con ese dedito, marque 2.

3. Si le gustan las historias donde reflejo mi gran cultura y mundo, seleccione 3.

4. Si es fanático de esas reflexiones en que me vuelo, y al final usted no entiende na de na, su opción es 4.

5. Si en el fondo le agrada el Remus políticamente incorrecto, facho y reaccionario, ¡Compañero! Puño en alto clame 5.

6. Si no le interesa ninguna wea que escriba, pues la puerta es ancha ¡Mándese a cambiar!

sábado, enero 06, 2007

El eclipse

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.


Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.


Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.


-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.


Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.


Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Por Augusto Monterroso
(Ya que no ando muy creativo, les dejo uno de mis cuentos favoritos de este escritor guatemalteco)