sábado, octubre 28, 2006

Un beso


Esta foto de Jorge Brantmayer formó parte de la exposición “El beso de la despedida”, realizada en la galería La Sala.
Según una reseña publicada en la revista V/D, la imagen refleja un verdadero beso de despedida de una pareja que el autor conoció por casualidad en su estudio.

Cuando la vi me cautivó, por ese beso tan inocente y a la vez tan íntimo, que no deja dudas de la unión que existe entre ambos protagonistas (y bueno, porque a pesar de que perfectamente podría tratarse de dos buenos amigos, también me despertó las ganas de dar o recibir un beso así).

Una imagen hermosa en su fuerza y sencillez.

martes, octubre 24, 2006

Problemas de diente

No hay caso, lo hice de nuevo. Aprovechando que andaba por Isidora Goyenechea me dejé caer por el restaurante Fast Good.
Siempre me repito “Remus, no puedes andar gastando como si nada $4.000 en tu hora de almuerzo” (nótese que como buen esnob que soy, evito decir la palabra con C). Pero lo reconozco, en materia de comida SOY UN TENTADO.
Es que, pucha, pocas veces ando por ese sector justo a esa hora; cómo me podía resistir a degustar la maravillosa hamburguesa de berenjenas que preparan ahí, junto con una crujiente porción de papas fritas hechas en aceite de oliva.
El problema es que siempre recurro a una justificación más o menos similar cuando me bajan las ganas por disfrutar un rico risotto, o esa sublime crema de puerros (Vichyssoise) que sirven en un local por Vitacura, o los menús del Sushihana, cuando ando por el Parque Arauco.
Lo malo es que a ese ritmo mi billetera se adelgaza tan o más rápido que el ensanche que experimenta mi ya de por sí maceteada humanidad, y después me tengo que andar privando de otras cosas para equilibrar las finanzas.
Pero bueh, la sonrisa de mi gula satisfecha no me la borra nadie.

lunes, octubre 23, 2006

Problemas de comunicación

No sé si es por formación, timidez o bien cierta atrofia en materia de sociabilidad, pero definitivamente hay códigos de la conversa en persona que yo no manejo o los hago con torpeza. Eso siempre me ha hecho parecer un tanto seriote y malo para interactuar.
Por ejemplo, me suele ocurrir en conversaciones con amigos o conocidos que de repente alguien lanza algún comentario que me descoloca, y yo en vez de reaccionar con naturalidad me quedo en silencio, con cara de extrañeza, analizando las implicancias de lo dicho. Así permanezco hasta que la persona en cuestión atina a decirme “tranquilo, es broma”, ante lo cual esbozo una sonrisa nerviosa, que mezcla cierta vergüenza y alivio.
El problema es que como soy medio perseguido y cerebral, me recrimino ese error y más tenso me pongo.
Además, tampoco me es fácil iniciar conversas de la nada con alguien que recién conozco, lo cual más de una vez me ha generado embarazosos momentos de mutismo, apenas interrumpidos por un par de frases como para salir del paso, del tipo diálogo con taxista.
La verdad es que me cuesta un poco (un poco harto) relajarme en las relaciones cara a cara, supongo que influye el hecho que me críe más bien rodeado de gente mayor –fui hijo único hasta los 15 años- y en un ambiente muy formal, donde la pauta de conducta era no interrumpir a los adultos, decir cosas inteligentes y hablar correctamente.
Por eso casi siempre estoy cuidando lo que digo, tratando de analizar la reacción generada en el otro, y esforzándome por tratar de “parecer” natural en lugar de simplemente serlo.
Por supuesto, no soy así con todo el mundo. Con mis familiares y amigos más cercanos me da lo mismo meter la pata, soy capaz de hablar hasta por los codos y si me dan cuerda también me pongo disharashero (pero siempre guardando la compostura, of course).
Pero para acceder a ese Remus se necesita tiempo.
Igual me da lata que otra gente que no me conoce más en confianza se lleve la impresión que soy pesado y/o distante. Simplemente conversar no es mi fuerte, y puedo asegurar que yo soy el que más lo lamenta
Afortunadamente esta situación ha ido cambiando un poco. Lo cual pasa por aceptarme así y no estresarme con ello; reírme de mis torpezas y limitaciones, y no darles más importancia que las que merecen.
Sin embargo, modificar algo tan arraigado es un proceso gradual, así que a quienes les ha tocado -la suerte, debo agregar- de conocer en persona a este humilde servidor, les pido que tengan un poquito de paciencia, si tan tan seriote y callado no soy.

lunes, octubre 16, 2006

Voto ONU e idiosincrasia


Independiente del análisis político, económico, estratégico, valórico, etc., etc., etc., que cada uno quiera hacer sobre si correspondía apoyar a Venezuela o a Guatemala (candidato de EE.UU.) para ocupar un puesto en el cada día más irrelevante Consejo de Seguridad de la ONU, creo que la decisión adoptada por el gobierno –abstenerse- representa fielmente el modo de ser chileno.
Desde ese punto de vista, no hay nada que criticarle a la resolución dada a conocer –en vísperas de la votación y tras meses de dimes y diretes internos- por nuestra presidenta Bachelet. Simplemente actuó como lo hace el ciudadano promedio en el día a día.
¿Porque díganme si no es verdad que tendemos a preferir un etéreo “quizá”, “tal vez”, “lo voy a pensar”, en lugar de jugárnosla por un claro sí o no? ¿Acaso no solemos chutear los temas complicados para más adelante? ¿No tenemos horror a quedar mal con alguien, y por lo tanto preferimos que las decisiones difíciles las asuman otros?... Dicho en buen chileno, “evitamos mojarnos el potito”.
Yo por lo menos reconozco que caigo en esas actitudes. Y no lo admito precisamente con orgullo.

domingo, octubre 15, 2006

Para esos amigos... mejor la jefa

Este fin de semana fui a ver El Diablo viste de Prada, y me gustó bastante.
Anne Hathaway es simplemente encantadora. La ubico desde que salía en una serie que daban en el cable llamada Get Real y, por supuesto, El Diario de la Princesa (I) es uno de mis placeres culpables. Reconozco que caigo rendido ante sus grandes ojos oscuros y su sonrisa cándida (una versión mejorada y menos engrupida que la empalagosa de la Jennifer Love Hewitt).

Definitivamente es mi tipo de chica (es una forma de decir, Ok?): linda, sencilla e inteligente. Me recuerda a otro de mis amores platónicos: Alexis Bledel, más conocida por su personaje de Rory Gilmore.

Pero demás está señalar que es Meryl Streep la que se roba los aplausos.
Ratificando su talento camaleónico, con apenas unos cambios en su mirada borda un personaje frío, inteligente, despiadado, pero a ratos también humano. Imposible no sentir simpatía por su Miranda Priestly, la maquiavélica pero muy capaz directora de la revista de moda Runway.

Pero bueh, el asunto de este post no era alabar la película, sino hacer un comentario sobre cierto asunto que me quedó dando vuelta.

Advierto a los que todavía no la han visto y pretendan hacerlo, que me referiré a parte del argumento, pero nada muy en detalle...

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Si bien se trata sólo de una película hecha para entretener, y por ello se muestran situaciones muy estereotipadas, cada vez que la protagonista estaba con su novio o sus amigos me hervía la sangre con la reacción que éstos tenían hacia ella y su dedicación al trabajo.

Siento que no la apoyaban y que eran egoístas; querían a la Andie (nombre del personaje) que ellos conocían y que se “amoldaba” a sus estilos de vida; pero cuando los nuevos requerimientos de trabajo la hicieron cambiar, sólo encontró reproches del tipo “te has vendido al sistema”, “ahora tu jefa es más importante para ti”, “qué pasó con tus ideales” y bla bla bla.

Escuchaba esos comentarios, mientras la pobre Andie se deshacía en disculpas simplemente por ser profesional (Anne abriendo sus maravillosos ojitos oscuros y haciendo pucheros), y me inundaba la rabia.

“Tropa de pelotudos”, pensaba yo.

OK, los amigos están para decir verdades, pero también para dar respaldo, en las duras y en las maduras.

Además es obvio que cuando uno empieza a trabajar las cosas son distintas: eso se llama madurar. El personaje de Andie llegó de primeriza a un puesto que no era el que había soñado –lo que suele ocurrir-, pero se comprometió con hacerlo bien e incluso aprendió a valorarlo.

¡¿A cuántas personas no les ha ocurrido eso en su vida profesional?! Y aunque ése no fuera el caso, hay una satisfacción personal en el trabajo bien hecho, en saber que uno se la pudo.
Pero eso implica necesariamente nuevas responsabilidades y a veces sacrificios.
Sin embargo, lo único que hacían sus amigos y su novio era sacarle en cara que ya no era la jovencita que conocieron en la universidad. ¡Pero obvio que iba a cambiar! En esa pega o en cualquier otra.

Tengo una amiga que todos lo viernes se tiene que quedar en la oficina hasta muy tarde. Eso significa que para organizar panoramas el resto del grupo nos tenemos que ajustar a su agenda. A ninguno de nosotros se nos ocurriría criticarla; al contrario, estamos conscientes que para ella también es difícil y por lo mismo tratamos de hacerla sentir mejor.

En fin, me cargó el grupo de amigos de la protagonista, y ni mencionar a su novio; cero aporte.

Al final el único que refleja bien lo que es la amistad, es Nigel, el asistente creativo de la revista, interpretado por Stanley Tucci. El no se muerde la lengua a la hora de decirle unas cuantas verdades a Andie (como cuando ésta va a lamentarse con él por el trato que le da Miranda), pero también se muestra dispuesto ofrecerle ayuda para mejorar y salir adelante, sin exigirle nada a cambio ni estarle después cobrando sentimiento.

De eso -en mi opinión- se trata ser un verdadero amigo.

martes, octubre 10, 2006

:-)


Creo que estas imágenes, aunque sencillas, dicen mucho, ¿cierto?
Me alegro que haya varios amigos que hoy están viviendo una experiencia parecida (como aclaración, lamentablemente no es mi caso)

(Adam & Andy, por James Asal)

martes, octubre 03, 2006

Ironic (2)


En justo reconocimiento a su aporte al embellecimiento urbano, respeto por el patrimonio arquitectónico y recuperación y repoblamiento a escala humana del centro de Santiago, propongo modificar el nombre de dicho municipio, por el de comuna Paz Froimovich.
(La imagen del plano fue copiada del sitio web de la compañía)