miércoles, abril 26, 2006

Disculpe, ocupado...

Todavía recuerdo la desagradable impresión que me causó años atrás ver a un tipo hablando por celular (o móvil) con su secretaria, mientras orinaba en un baño del ya desaparecido Hotel Carrera. Lo encontré una rotería, más aún por estar hablando con una mujer.
Además, no se trataba de un tipo que uno pudiera decir que tenía poco
manejo en materia de buenos modales; era un ejecutivo cincuentón que participaba en un seminario.
Esto fue ya hace como siete años y lamentablemente ese hecho, que en su
momento lo tomé como algo aislado, cada vez se ha vuelto más común. En el edificio de oficinas en que trabajo los baños son compartidos, por lo que es usual ver a tipos que ni siquiera se inmutan en sacudirse el pirulín con una mano, mientras que con la otra la otra sostienen el aparato (el otro aparato), y le dan a la cháchara como si fuera lo más normal.
Ni que decir de los ojos de plato que puse cuando me tocó ver a alguien de lo
más feliz platicando mientras salía de las casitas, con el acompañamiento como música de fondo del agua que cae en el WC.
Y al parecer, los nuevos manos libres, esos como sacados de la serie “Viaje a las Estrellas”, facilitan la combinación de ambas actividades.

¿¡Tan imprescindible es el cel que ni siquiera se puede ir al baño sin él?!

¿¡Tan grave es apartarse del móvil cinco minutos?!

Ok, quizá yo soy demasiado quisquilloso, pero ocupar el cel mientras uno está haciendo sus necesidades lo encuentro simplemente una ordinariez. Hay que tener un poco de respeto por la otra persona, que no tiene por qué escuchar nuestras sonoras intimidades
corporales.
Y si eso no bastara, por lo menos hay que considerar los aspectos de falta
de higiene involucrados al mezclar ambas acciones (aunque quizá es mucho pedir, considerando la cantidad de gente que ni siquiera se lava las manos después de hacer sus necesidades).
Está bien ser relajado, pero deben existir ciertos límites.

sábado, abril 22, 2006

El curioso incidente del sábado a mediatarde

2. Este sábado hice hartas cosas, por lo menos bastante más de las que suelo hacer un sábado cualquiera.
3. Pasadas las 10 de la mañana salimos con mis dos hermanos menores a ver La Era del Hielo 2. Mi hermana, de 17 años, tenía el cumpleaños de su pololo en la tarde, así que si queríamos ir los tres juntos al cine tenía que ser a una función en horario temprano.

En todo caso, a mí me gusta ir al cine a esa hora, porque hay menos gente. Como la sala está más vacía uno no tiene que soportar cerca a personas que hablen durante la función. Eso es mala educación y siempre que ocurre me molesta. Yo no entiendo por qué hay personas van al cine si en realidad lo que quieren es conversar.

Pero como decía, la sala estaba casi vacía y nos pudimos sentar apartados del resto, bien arriba (fuimos al cine Hoyts de La Reina).

5. Me gustó la película porque me hizo reír; sobe todo las zarigüeyas. Mis hermanos también se rieron harto.

7. Volvimos en metro y nos bajamos en la estación Tobalaba, para aprovechar de caminar un rato por Providencia. Fue una buena idea, porque el día estaba bonito y pudimos conversar (en el cine nosotros no hablamos). Además, pude comprar papayas frescas, que me gustan bastante. Por donde yo vivo las verdulerías no venden ese fruto.

También le mostré a mi hermana algunas tiendas donde tienen el estilo de ropa que a ella le agrada y que señora madre y yo definimos como “extraño”. La Pao tiene gustos totalmente distintos al resto de la familia: usa colores fuertes, ropa que destaque y llame la atención.

11. Sin embargo, el verdadero motivo para ir a Providencia era que yo estaba buscando un libro llamado El Curioso Incidente del Perro a Medianoche, del escritor Mark Haddon.

Hace tiempo que tenía ganas de leerlo, por los positivos comentarios hechos por otros blogueros.
En la semana lo había visto en una librería cerca del Parque Forestal, pero como andaba con poca plata en ese momento, no lo compré.

Este sábado lo busqué en varias librerías de Providencia, pero en todas me dijeron que estaba agotado. Eso me hizo pensar que si tanta gente lo compraba, de verdad debía ser muy bueno. De todas formas encontré otro libro que estaba buscando: El Testamento Francés, de Andrei Makine.

13. Antes de volver a casa pasamos a almorzar al Burger King. Yo habría preferido ir a otro sitio, pero a la Pao y al Mario, mis hermanos, sólo les gusta comer papas fritas y bebidas.

Lo pasamos bien y volvimos a casa contentos.
17. Sin embargo, yo seguía pensando en el otro libro. Cuando quiero una cosa con muchas ganas, no me quedo tranquilo hasta obtenerla. Así que decidí ir a buscarlo a la librería donde había visto que lo tenían.

Fui y lo compré.

19. Como estaba cerca del Forestal, opté por caminar un poco por el parque y buscar un lugar tranquilo donde leer. Me senté cerca de la fuente-monumento dedicada al poeta Rubén Darío.
Ya la primera página me confirmó que el libro era muy bueno.

El relato es absolutamente original. El niño protagonista habla de cosas complejas en forma muy sencilla, porque él sólo puede ver y entender el mundo de esa forma.

23. Yo creo que hay dos tipos de personas inteligentes. Primero las que definiría como “enciclopédicas”, porque su conocimiento se basa en aprender y trabajar sobre la base del conocimiento gestado por otros. Y segundo, los “originales”, que son capaces de ver las cosas de otro modo y se atreven a lanzar ideas nuevas.

Yo, que soy más “enciclopédico”, admiro a los segundos. Y en mi opinión, el escritor Mark Haddon pertenece a ese grupo. Pero para que entiendan porqué lo digo es mejor que lean el libro.

29. En mi banca en el Parque Forestal leí hasta la página 50. Me gusta suspender la lectura de un libro al final de un capítulo o del desarrollo de un tema, cuando esto coincide con una página terminada en 0 ó 5. No siempre se puede, pero con esta obra es fácil que ocurra, porque está compuesta de una serie de capítulos breves.

31. Fue agradable leer en el parque, pero ya oscurecía. Decidí caminar a casa, pero antes pasé a comprar un helado al Emporio la Rosa.

37. Cuando volvía por el Parque Forestal me crucé en el camino con tres jovencitas. Vi que me miraron risueñas y comentaron algo entre ellas. Seguí caminando, con algo de vanidad, lo reconozco. A los pocos segundos escuché que alguien corría tras de mí; era una de las muchachas. Apenas me di vuelta, me preguntó “disculpa ¿dónde venden esos helados?”.

Algo confundido le respondí “llegando a la esquina, a la vuelta”.

41. Retomé mi marcha, riéndome de mi ingenuidad y de los “rollos” que a veces me paso.

Iba contento. Me gustó mi libro, me gustó mi sábado, y ciertamente me gustó el barquillo que estaba comiendo (con helado sabor pistacho y té verde con mango).

jueves, abril 20, 2006

Macho men

La nueva talla con la que molestan los “machos” de mi oficina es “querís que te lleve a la montaña” o “vamos a pescar”. Adivinen por qué.

martes, abril 18, 2006

Loreena


Hay momentos para relajarse y botar el estrés, como dormirse escuchando las melodías de Loreena McKennitt.

Santiago, mon amour

Hay días en que odio el ritmo de vida de Santiago. Como cuando tras batallar para subir al metro, debo soportar 20 minutos de viaje como sardina, y luego un taco de más de una hora en un trayecto que apenas debería demorar 15 minutos.

Clásicos

Hay música que a uno lo transporta, lo hace elevarse o simplemente sentir que la perfección es posible.
Sólo dos ejemplos, Canon in D de Johann Pachelbel y Miserere de Gregorio Allegri.

domingo, abril 09, 2006

El Nombre de la Rosa

Acabo de terminar de leer El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco, y simplemente me encantó. Ya hace tiempo había visto la película, así que tenía claro cuál era el secreto de la trama. Pero da lo mismo, porque el misterio que está tras los crímenes que sacuden a la abadía benedictina, no es más que la excusa de Eco para mostrar un gran cuadro del ambiente cultural, religioso, político, filosófico... que se vivía a finales de la Edad Media.
Un periodo marcado por fuertes transformaciones en donde lentamente el antiguo orden, representado por las abadías (bastiones del saber occidental, pero también centros de poder en el mundo feudal), cede paso a las cada vez más influyentes ciudades.
Lo que me gustó de la obra de Eco es que era como estar leyendo una apasionante enciclopedia novelada, y a mí siempre me han gustado las enciclopedias. De chico esperaba ansioso todos los miércoles, cuando salía un nuevo facsímil del diccionario enciclopédico Larousse para aprender de países, personajes famosos, hechos históricos, movimientos artísticos, etc. Toda esa información era bienvenida.

Saber de todo, pero ojalá más que sólo un poco, siempre ha sido mi debilidad.
Lamentablemente cuando uno crece, la falta de tiempo o el cansancio de la pega, juegan en contra de ese rico ocio cultural.

Por eso, leer El Nombre de la Rosa me despertó esa agradable sensación de ansias de conocimiento; pero no con un fin práctico o utilitario, sino por el simple placer de aprender algo nuevo.

Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.

martes, abril 04, 2006

Encrucijada 2

Lo cierto es que la inquietud que planteo en el post anterior, la debería conversar con mis amigos de confianza, mis amigos pre-blog. Quién mejor que ellos me podrían apoyar, si son las personas que más me conocen.
Pero en lugar de hacer eso, prefiero sincerarme acá en el mundo blog y recibir el consejo de personas para las cuales, en mayor o menor medida, soy casi un desconocido (lo que en ningún caso le resta valor a sus palabras).

¿Por qué hago esto?

Probablemente algunos piensen que es por miedo a un posible rechazo; pero si hay algo de lo que estoy seguro, es que mis amigos jamás me darían la espalda. Quizá ellos se sorprenderían si se enteraran de la verdad –ya lo he dicho, me creen casi Opus, aunque de seguro más de uno ha tenido sus sospechas- y no sabrían muy bien cómo reaccionar en un principio; pero la amistad nunca se vería quebrantada.

Además, me conocen tan bien (aunque no sepan el detalle de que soy gay), que comprenderían perfectamente por qué no se los dije antes.

Reitero entonces ¿por qué no soy capaz de sincerarme con ellos?

Porque ahí si que ya no habría vuelta atrás. Ya definitivamente el hecho de ser gay se iría de mis manos. Es decir, perdería el control de la situación.

Creo que ésa es la clave: control. Porque el control brinda una aparente seguridad.

Ok, asumí que soy gay, pero que yo lo reconozca no implica soltar las riendas del asunto. He permitido que otras personas sepan que soy gay, pero -perdonando lo frío del análisis-, son personas con las cuales todavía no tengo un vínculo tan arraigado y que por lo tanto, si me baja una “crisis existencial”, me sería más fácil desvincularme (por favor, no tomen a mal el comentario).

Y por lo demás, con los blogueros que ya he ido formando una amistad más estrecha, pues ellos desde un inicio me conocieron en mi condición de gay, así que no es tema.

Pero con la gente que me conoce de antes, pues... me cuesta.

Yo me hice una imagen. Consciente o inconscientemente fui moldeando el Remus (en rigor aquí debería ir mi nombre real) que quería que el resto viera. Algo muy típico de la gente insegura.

Y ese Remus no era gay.

Por supuesto, en el ánimo de mantener esa imagen de niño-joven-hombre “normal” también hay un tema de vanidad personal. Porque según los cánones de nuestra sociedad, ser gay es una desviación, y por lo tanto, una imperfección.

Y si a la mayoría de las personas no nos gusta ser catalogados como “distintos”, menos nos gusta ser calificados de distintos por algo que tiene una connotación negativa. Por lo menos a mí no me agrada.

Romper esa mentalidad de borrego que sigue al rebaño es una tarea compleja, porque ser uno más del conjunto ofrece una cómoda seguridad (hmm, nuevamente ese concepto).

Me cuesta ceder el control de mi vida, pero si no me atrevo a correr a riesgos, va a llegar un momento en que simplemente me daré cuenta que en verdad no he vivido.

lunes, abril 03, 2006

Encrucijada

Desde hace un tiempo no se me ocurre mucho qué escribir en el blog. No es falta de interés, sino algo un poco más complejo.
En mi caso este sitio surgió –vaya novedad- con un cierto fin terapéutico... Un espacio donde podía expresar, con el beneficio del anonimato, ese gran secreto de ser gay. Por supuesto, eso amenizado con una que otra anécdota y temas más light, porque tampoco es cosa de ir por la vida como denso.

Así, el blog cumplió su función de válvula de escape. Además, me ha permitido compartir y conocer a otras personas a las cuales ahora considero amigos o camaradas blogueros; darme cuenta que lo que vivo no es nada del otro mundo; que hay personas que tienen los mismos temores o inquietudes... En fin, que uno no está tan solo, ni es bicho raro.

Todo ese proceso, a su vez, lo he ido volcando en mis posts. Curioso fenómeno: muchas veces los comentarios que recibía me animaban a dar un paso más, y por supuesto después quería llegar a contarlo, y así progresivamente (porque querámoslo o no, uno igual escribe pensando que lo van a leer. Y esa retroalimentación es rica, quizá por lo mismo que comentaba antes, porque permite paliar cierta soledad, y al sentirse acompañado, uno también se siente más fuerte).

El punto es que ya llegué a un nivel y no tengo claro o no me atrevo a pasar al siguiente.

Dicho sin tanto rodeo: ya me relajé en el punto de YO aceptarme gay (antes siempre hablaba a de LOS gay, en tercera persona), por lo tanto, lo lógico ahora sería vivir en concordancia. Pero aquí nuevamente me asaltan los temores.

Porque la verdad es que no tengo muy claro qué hacer... estoy confundido.

Desde mi punto de vista, una vida gay debería ser en términos generales similar a una vida hétero: levantarse en las mañanas, ir a trabajar, juntarse con los amigos, pagar cuentas, bla bla bla. Pero una fracción de esa vida, una pequeña gran fracción, es distinta, y eso hace la diferencia.

Mi problema es que todavía no tengo claro cómo vivir esa fracción. Qué quiero para ella.

Estoy en una encrucijada y no sé cuál camino tomar, así que por el momento sólo me doy vueltas en el mismo sitio tratando de atisbar las distintas posibilidades.

Supongo que lo que debo hacer es elegir una opción y simplemente ponerme a caminar... pero quizá para ello necesito otro empujoncito.

domingo, abril 02, 2006

Mi pequeño homenaje