Disculpe, ocupado...
Además, no se trataba de un tipo que uno pudiera decir que tenía poco manejo en materia de buenos modales; era un ejecutivo cincuentón que participaba en un seminario.
Esto fue ya hace como siete años y lamentablemente ese hecho, que en su momento lo tomé como algo aislado, cada vez se ha vuelto más común. En el edificio de oficinas en que trabajo los baños son compartidos, por lo que es usual ver a tipos que ni siquiera se inmutan en sacudirse el pirulín con una mano, mientras que con la otra la otra sostienen el aparato (el otro aparato), y le dan a la cháchara como si fuera lo más normal.
Ni que decir de los ojos de plato que puse cuando me tocó ver a alguien de lo más feliz platicando mientras salía de las casitas, con el acompañamiento como música de fondo del agua que cae en el WC.
Y al parecer, los nuevos manos libres, esos como sacados de la serie “Viaje a las Estrellas”, facilitan la combinación de ambas actividades.
¿¡Tan imprescindible es el cel que ni siquiera se puede ir al baño sin él?!
¿¡Tan grave es apartarse del móvil cinco minutos?!
Ok, quizá yo soy demasiado quisquilloso, pero ocupar el cel mientras uno está haciendo sus necesidades lo encuentro simplemente una ordinariez. Hay que tener un poco de respeto por la otra persona, que no tiene por qué escuchar nuestras sonoras intimidades corporales.
Y si eso no bastara, por lo menos hay que considerar los aspectos de falta de higiene involucrados al mezclar ambas acciones (aunque quizá es mucho pedir, considerando la cantidad de gente que ni siquiera se lava las manos después de hacer sus necesidades).
Está bien ser relajado, pero deben existir ciertos límites.