domingo, julio 31, 2005

Aventura en el Vox Populi, y algo más

Noche de sábado, y muchos jóvenes gay (y no tan jóvenes) se preparan para salir a disfrutar de los panoramas que ofrece “el ambiente”, como se conoce en los círculos del chat a la serie de discos y pubs que conforman el mundo homosexual chileno.
Noche de sábado, y yo en mi casa sentado frente al computador escribiendo este post, disfrutando de la comodidad del clóset. Sin embargo, en una ocasión, hace casi dos años, también encaminé mis pasos hacia el Santiago rosa. Y esta es la historia de lo que ocurrió.

Corría el año 2003 y en una de mis tantas incursiones al chat –la Tierra Prometida para aquellos gay que prefieren la seguridad que ofrece el anonimato de internet, y que al igual que el Canaán bíblico, requiere soportar una travesía llena de sorpresas e infortunios-, contacté a un tipo con el cual hubo onda (es decir, fuimos más allá del clásico “de dónde eres”, “edad”, “qué buscas”). Me pareció una persona agradable y yo también le debí caer en gracia, el hecho es que intercambiamos msn y seguimos conversando por ese medio un par de veces. Definitivamente se podía sostener una plática con él.

Cumplidas las etapas 1 y 2 del manual del Cortapalos Gay, vino el siguiente paso: intercambio de números de celulares (o móvil, como diría cierto cabro chico hueco), procedimiento que en el fondo no tiene otro objetivo que cachar la voz, ustedes comprenden. ¿Evaluación? Mmm, sí, estaba bien para cánones chilenos (por si no lo sabían, nuestra muy viril raza tiene mala fama en el extranjero por el tono un tanto agudo y delicado que solemos emplear).

El hecho es que congeniamos y acordamos conocernos (sólo eso, ok). Pero ante mi confesión de que yo era novato en las lides de frecuentar “el ambiente” (en otras cosas no era tan novato, pero eso no es de lo que estamos hablando acá), a mi nuevo amigo se le despertó el espíritu samaritano, y se le puso entre ceja y ceja que la salida acordada debía ser a un lugar gay, y nada mejor para partir que el pub Vox Populi.

Yo dije ¡no!, no, quizá... bueno. Había averiguado bastante como para saber que el Vox Populi era el más piola de los sitios gay, prácticamente similar a cualquier local hétero. Y para qué estamos con cosas, tenía curiosidad (no voy a decir que me había picado el bichito, porque suena feo).

En fin, acordamos juntarnos un día sábado en x lugar. El me pasaría a buscar en su auto, porque yo no manejo (ohh, sí, no manejo). Me puse mi tenida más straight y con menos pinta de nerd, y partí nervioso al encuentro.

Varias veces estuve a punto de abortar la misión, pero la descarga de adrenalina ya me tenía prendido. Amigo de chat llegó puntual. Ahí vino el primer choque con la realidad: era bastante más fashion de lo que había señalado; la ropa pasaba, pero los visos en el pelo, pues... (ya sé, no tengo derecho a criticar, cada uno es libre de ser como le dé la gana, pero bueno, estoy hablando de lo que fue mi impresión).

Pero como el objetivo de la noche era conocer un lugar del Santiago rosa, di el vamos al asunto. Así nos encaminamos hacia los faldeos del cerro San Cristóbal, y a medida que nos acercábamos yo adoptaba una actitud más de estatua de cera, ni me atrevía a mirar por la ventana del auto. Sentía que todo el mundo en Bellavista tenía claro cuál era nuestro destino.

Mi samaritano amigo, entre tanto, me iba indicando otros sitios del “ambiente” frente a los cuales pasábamos. Y yo, “ah, sí, que interesante”.

Finalmente llegamos a nuestro objetivo: una casa típica de ese sector capitalino, sin mucho movimiento en la calle, nada de luces... piola. Recurriendo a todas mi pobres dotes actorales traté de parecer lo más relajado posible, no sólo frente a mi amigo de chat, sino ante cualquier otro desconocido. Mi actitud era: “soy un hombre straight que sólo viene acá con un amigo” (a veces puedo ser tan ingenuo).

Entramos al pub, y ¡oh sorpresa! no se abalanzaron sobre mí hombres tratando de tocarme, ni se dio vuelta todo el mundo con mirada acusadora, ni nada por el estilo; fue como entrar a cualquier otro pub.

Observé el lugar con la mayor detención que pude, evitando mirar los rostros de las personas. Nos sentamos en la primera sala, en una mesa arrimada a la esquina. De inmediato tomé el puesto más de espalda a la entrada. Había sobrevivido el primer impacto, ahora tenía que relajarme; al comprobar que no había ningún rostro conocido pude respirar más tranquilo, aunque cada vez que se abría la puerta del local mi corazón daba un brinco.

Amigo de chat pidió un trago, yo mi tradicional cerveza Corona, y empezamos a conversar de todos los temas típicos entre dos personas que no se conocen.

Ya con más calma, fijé mi atención en el local, sobre todo en la simpática decoración de las mesas, je. En cuanto a la concurrencia, un grupo de amigos en el puesto más cercano; un hombre maduro con pinta de extranjero junto a un joven chileno en el otro extremo; nada especial. En una ida al baño aproveché de mirar las otras áreas y el patio. Debo confesar que lo único que llamó mi atención durante la velada fue un tipo solitario sentado en la barra (very nice).

Así pasaron cerca de dos horas, al final de cuentas una aventura más tranquila que cualquiera de las salidas con mis amigos.

Dejamos el Vox Populi y enfilamos por Bombero Núñez, a esa hora el sector de Chile con más concentración de homosexuales por metro cuadrado, ni falta hace que lo diga. De hecho, nos costó pasar frente al Bunker. No pude evitar fijarme que el cuidador de autos saludó de lo más amigo a mi guía gay (¡Ah ya! -pensé yo-, ¿no me había dicho que también era bajo perfil?).

La aventura nocturna por Santiago prosiguió con un rápido recorrido en auto por otros sitios de la fauna, como la disco Fausto y la plaza India. De ese modo se acercaba a su fin mi primera y hasta ahora única aventura a un sitio gay... pero la noche todavía no terminaba.

Después de haber pasado más de dos horas juntos sin ninguna señal de interés mutuo, de improviso el guía gay deja caer su mano en mi pierna y pregunta si estoy interesado en seguir disfrutando de la noche, pero ya en forma más íntima. Ahggg.

Debí haber dicho en seguida que no, pero a veces soy muy weon. Tienen que entender, yo era nuevito en el asunto, él se había portado bien conmigo, y soy re malo para ofender a las personas. Además, si bien él no me gustaba, mi lado más primitivo –Cromagnonsito- estaba más que excitado con esta primera salida del clóset y andaba con todas las ganas de proseguir el carrete. Así que dije que bueno.

Partimos a su departamento. A cada minuto que pasaba crecía en mí el sentimiento que eso era un error, pero no sabía cómo librarme del lío en que me había metido. Una vez en su depto él empezó a preparar todo, mientras yo me sentía como María Antonieta a la espera de la guillotina.

Se acercó a mí, me dio un beso en la boca y me acarició. No lo soporté más, todo el cuerpo se me transformó en hielo, lo aparté y le confesé que no quería seguir. Yo estaba más acelerado que conejito Duracell con pilas nuevas, lo único que quería era salir de ahí ¡ya! El me dijo que me tranquilizara, que todo estaba bien, con lo cual más vergüenza me daba.

Incluso se ofreció a llevarme a casa, pero yo sólo quería alejarme lo más pronto posible. Al final me fui casi corriendo.

Me comporté como un idiota, fui todo un idiota, y lo sabía, pero también fue una lección importante. En todo caso, esa aventura mató cualquier idea de volver al mundo gay por mucho tiempo.

jueves, julio 28, 2005

P.

Hace como un año recibí una llamada mientras estaba en el trabajo; una voz de mujer, que se notaba muy nerviosa, me dijo “Disculpa, no cortes por favor...” y guardó silencio.
De inmediato sentí quién era.

Yo no conocí a mi padre. Sé que él acompañó a mamá en mis primeros años, pero que después prefirió a otra mujer con la cual andaba; desde entonces nunca más lo vi. Si algún recuerdo quedaba en mi memoria se esfumó hace muchos años.

Fue lo mejor, un tipo como ése no hubiera sido un buen papá. Así que puedo decir que me libré de su mala influencia, porque para ser padre no basta con estar presente viendo crecer a los hijos, se requiere mucho más y simplemente hay personas que son incapaces de entregar ese amor.

A cambio de esa ausencia, recibí mucho cariño de mi madre y de otras personas que marcaron mi infancia, un afecto incondicional al cuál debo todo lo que soy ahora.

Puedo afirmar que nunca extrañé a mi padre, quizá sí la figura de un padre, pero no a él. Jamás esperé que llegara un día, ni me ilusioné con buscarlo. Probablemente porque en casa nunca me dijeron mentiras, siempre supe que se había ido; que optó por apartarme de su vida, y yo inconscientemente hice lo mismo. Llevo su apellido y quizá algunos rasgos, es lo único suyo en mí.

No le tengo odio, porque lo que me provoca es una total indiferencia, de hecho, este post ni siquiera lo escribo por él.

Sin embargo, si un día tuviera el descaro de aparecerse en mi vida creo que me pondría furioso, me nacería decirle la basura que es, no por lo que me hizo a mí, sino por dañar a mi madre. Eso no se lo perdono.

Sé que tuvo su propia familia, que se fue un tiempo al norte y poco más. Yo me crié con mi mamá, años después ella se casó y ahora tengo dos hermanos menores. Esta es mi familia.

Hace como un año recibí una llamada mientras estaba en el trabajo; una voz de mujer, que se notaba muy nerviosa, me dijo “Disculpa, no cortes por favor...” y guardó silencio.

De inmediato sentí quién era. En esos eternos segundos sin palabras, se me apretó el estómago y estuve a punto de cortar el teléfono porque no quería escuchar más. Dijo que se llamaba P. y era mi media hermana.

No puedo describir la sensación que tuve en ese momento, porque fueron muchas.

El racional que hay en mí se impuso y mantuve la calma, fui educado y escuché lo que tenía que decir. Ninguno de mis compañeros de trabajo se dio cuenta de la situación.

Se notaba que ella estaba muy nerviosa y emocionada. Me contó que nunca se había llevado bien con su padre, por lo que desde hace un tiempo vivía con su abuela (nuestra abuela debería decir, si es que yo tuviera algún motivo para sentir eso). Fue en esa casa que revisando unos papeles vio una foto antigua que le llamó la atención. Al principio no le quisieron contar, pero después su abuela le confesó mi existencia.

En ese momento ella se propuso encontrarme. No sé cuánto tiempo le tomó ni cómo lo hizo, pero dio con el número de la casa...

Mientras yo escuchaba su relato me inundaba la rabia; ¡Con qué puto derecho se entrometían en mi vida! ¡Quién era ella para esperar que yo la recibiera con los brazos abiertos! Pero al mismo tiempo le tenía lástima: por lo visto el tipo ese nunca supo ser buen padre. Y ahí estaba P. buscando alguna esperanza de familia.

Traté de mantener la calma y no herirla, supongo que le dije que tenía que pensar el asunto, que era difícil para mí, no recuerdo bien.

Después de un par de mails y otra llamada telefónica le comuniqué que comprendía lo que significaba para ella haberme encontrado, pero que yo no sentía lo mismo. Que ellos nunca fueron motivo de curiosidad para mí, y que yo ya tenía mi familia. Le dije que no quería mantener contacto.

Su respuesta fue que no esperaba esa reacción.

Ahí cerré el tema, en mi casa apenas tuvimos un breve diálogo con mamá.

Pero a veces pienso en P.

No la siento como una hermana, pero me da pena su situación. Me digo que hubiera significado un sacrificio tan pequeño para mí aceptar juntarme con ella, conocerla, quizá tomar un café de vez en cuando... ser amable media hora y darle una alegría. Pero ese sería yo otra vez echándome encima carga de otros, yo el que siempre está dispuesto a ser amable con los demás, el que acepta las cosas de buena gana y sigue adelante con la mejor sonrisa.

Pero esa carga es demasiado complicada, ésa no sé si la puedo aguantar.

Lo siento P. de verdad. Quizá te parezco una mala persona, quizá te hice en cierta medida lo que mi padre, nuestro padre, me hizo... pero esta vez tengo que decir no.

miércoles, julio 27, 2005

Y sigue la música

“Con Rafaella era un alma libre”... ¡Dios, qué fumé anoche para escribir eso! Jajaja, ni que fuera uno de sus “chicos” (los masculinos bailarines que la acompañaban, valga la precisión).
En todo caso, aclaro que no fumé ni consumí nada para tal frenesí (soy lo más sano que hay); mi única excusa es lo tarde del post y lo revolucionadas que estaban mis neuronas con el bailoteo.

Pero qué tanto, uno escribe lo que quiere y lo que siente. Seré un tipo tradicional y bien compuesto, pero también me gusta ser inmaduro y juguetón. Todo en su debido momento.

Por eso, hoy seguimos en las andadas musicales, aunque la ídola de anoche es reemplazada por un clima más íntimo. Primero, por el fado portugués, de la mano o mejor dicho la voz de Amalia Rodrigues, que evoca a la tierra, la tibieza del sol mediterráneo y el aroma del olivo.

Para después proseguir la jornada con la sensualidad de Diana Krall. Música que despierta los sentidos, carga de erotismo el ambiente y llama a seducir. Música hecha para disfrutar de a dos. No es mi caso, pero no importa... ya llegará. Por ahora con la imaginación me basta, y yo tengo mucha. Claro que sí.


martes, julio 26, 2005

¡Fiesta, que fantástica, fantástica esta fiesta!

No fue Madonna, ni Cher, ni Barbra... Mi primera ídola fue la platinada, la italianísima, la siempre estupenda RAFAELLA CARRA (aplausos, ovaciones, plis). No me perdía ninguno de sus shows y si estábamos en el campo cuando actuaba en el Festival de Viña, me las ingeniaba para conseguir una tele en blanco y negro donde verla.
Me sabía todas sus canciones (una de las primeras que me aprendí fue Lucas... sin comentarios), y las bailaba ¡Sacudida de cabeza incluida!

Si a los seis años me podía considerar fan de alguien, fue de ella. Con Rafaella era un alma libre.

¿Y a qué viene este comentario? Es que hoy de aburrido me acordé de ella y me puse a bajar algunas de sus canciones que hace años, AÑOS, no escuchaba, pero cuyas melodías y letras permanecían intactas en lo más profundo de mi disco duro (¡Y qué letras!).

Así que aquí estoy, cantando y bailando en mi pieza; feliz como cabro chico.


Como diría mi ídola:


Cuando tengas tristeza en el alma,

cuando creas que todo acabó,

abrirás sin querer la ventana,

una mañana inundada de sol.

Y verás como pasa la banda,

y verás a la banda pasar.

Sentirás que tus penas se acaban,

porque la banda las hace olvidar.


Adiós amigo, good bye my friend.
Ciao, ciao amigo, arrivederci, aufviedersen.
Adiós amigo, good bye my friend,
sigue a la banda, que con la banda todo va bien...

domingo, julio 24, 2005

Llena eres de gracia

En la semana vi que en el Centro de Extensión estaban dando la película “Entre Copas” y como el sábado en la noche no tenía nada que hacer, me pareció un buen panorama. Sólo que surgió un pequeño imprevisto: ya habían cambiado la película, y como no me fijé en la catelera del día, sólo me di cuenta del error cuando comenzó la proyección del film.
La película de turno era “María llena eres de gracia”. ¿Qué puedo decirles? Mi reacción fue hundirme en el asiento, rogando que esas primeras escenas correspondieran a la sinopsis de las próximas producciones a exhibir en el Centro de Extensión.

Es que películas que muestran el mundo de la droga o todo el lado oscuro de los seres humanos son justo las que yo evito ver.

No me gusta observar que los protagonistas son víctimas de otros o de las circunstancias, y que pese a sus esfuerzos, lo único que logran es ir degradándose más y más, sin esperanza, sin ninguna posibilidad de salir adelante. Díganme light, pero es así; no disfruto ir al cine a ver las desgracias de otras personas.

No es que me guste vivir en el mundo de Bilz y Pap, ni que la mayor capacidad de drama que pueda soportar sean las penurias de la familia Von Trapp, es simplemente que ver ese otro mundo me bajonea, me provoca una situación de desagrado interno.

Tengo muy baja capacidad para tolerar las injusticias, el abuso a otros, para ver pisoteadas a las personas, por lo que prefiero ahorrarme el mal rato.

No me importa ver esas películas que muestran situaciones terribles, pero que uno sabe que son ficción, o aquellas como El Pianista, donde también se muestran situaciones límite, pero que corresponden al pasado, a hechos históricos. Sin embargo, las obras que reflejan realidades que ocurren hoy, que las enfrentan a diario miles de personas, en circunstancias infinitamente peores, eso ya es distinto. Sé que esas películas son probablemente mucho más valiosas, porque nos ayudan a abrir los ojos. Pero a mí me dejan mal.

En el fondo, necesito creer que hay esperanza, que por muy mal que estén las cosas, siempre hay una posibilidad de escape. Y es duro aceptar que la vida no siempre es así.

En fin, cuando acepté que “María llena eres de gracia” era definitivamente la película que iban a dar, opté por darle una posibilidad y me quedé en la sala.

Me gustó. La encontré una película franca, que muestra una realidad cruda sin caer en truculencias o un morbo exacerbado.
Supongo que a veces es bueno darse la posibilidad de apreciar realidades que nos incomodan y que preferimos evitar.

jueves, julio 21, 2005

Instantánea personal (más una reflexión)

Ayer volvía caminando del trabajo, y al pasar frente a una bomba de bencina de repente me doy cuenta que pasa algo raro: el conductor de un auto, parado junto al maletero de su vehículo, discute con un bombero. No era una pelea a gritos, sino una situación más contenida, pero tensa. Por lo mismo, al comienzo no estoy seguro si es algo serio o malinterpreto lo que veo.
Pero de improviso el conductor saca una especie de bate de baseball y amenaza al bombero, el que lejos de asustarse, reacciona con una actitud de gallito buscando pelea.

La situación no pasó a mayores, por lo menos en los segundos que alcancé a observar, pero me quedé pensando en cuál es el motivo que puede llevar a que cada vez sea más común que las personas muestren tal nivel de agresividad.

Porque en Santiago hay un clima de agresividad que se extiende y nos cubre igual que el smog. Basta ver como en las calles la menor provocación es suficiente para que los automovilistas desahoguen toda su rabia a bocinazos; los pasajeros de micros llegan a sacar la madre al conductor sólo porque no les paró justo donde ellos querían; las personas caminan pasando a llevar a otras y ya ni se vuelven para pedir disculpas, por el contrario, a lo más pegan una mirada como diciendo “eso te pasa por interponerte en mi camino”.

Y así se genera una reacción en cadena, porque la agresividad se contagia, se transmite con más rapidez que la gripe... el tipo que recibió el bocinazo llega a su casa molesto y se desquita con su familia; el chofer de micro increpa a sus pasajeros y le echa la máquina encima a todo el que se le cruce; la persona que es pasada a llevar en la calle, ahora siente que no le debe disculpas a nadie. Suma y sigue.

¿Qué es lo que anda mal? ¿Existirá algún remedio que cure o por lo menos alivie esta enfermedad?

martes, julio 19, 2005

14 minutos

Martes 19 de Julio de 2005
15:46
Reuters

"LOS ANGELES.- El actor irlandés Colin Farrell ha tomado acciones legales para detener la publicación de un video de catorce minutos donde mantiene relaciones sexuales con una modelo Playboy".

¿¡Sólo 14 minutos!? Pffff, que desilusión.

lunes, julio 18, 2005

Sinceridad

Voy a tratar de escribir esto sin detenerme tanto a pensar, porque ése parte del problema que tengo. Simplemente no estoy conforme con los últimos mensajes. No los siento sinceros, bueno, no del todo. Están bien redactados (creo), con las ideas claras y bla, bla, bla. Pero no reflejan lo que quería manifestar cuando me lancé a la aventura de esto de los blogs.
A ver si me explico mejor. Durante un tiempo estuve leyendo varios de los sitios aquí publicados, y me sentí muy identificado con algunas de las vivencias y cuestionamientos que se planteaban. Podrá sonar cliché, pero de alguna manera era agradable comprobar que no es sólo uno el que en ocasiones se queda mirando el techo, dándole mil vueltas en la cabeza a las ideas más locas, sintiéndose distinto, enojado con uno mismo por una serie de motivos, en fin. Pero lo que más valoraba de todo lo que leía era la sinceridad que había en muchos de esos mensajes, una capacidad de vomitar todo lo que uno siente sin avergonzarse de ello.

Yo quería hacer eso o sentía la necesidad de hacer algo parecido, pero no me resulta mucho.

Hablar de mí, de lo que siento, siempre me ha causado pudor. Y más encima por deformación profesional soy incapaz de escribir una línea sin detenerme a pensar si está bien escrita, si las palabras son las adecuadas, si no hay cacofonías... y en eso me entrampo. Y al final termino redactando algo bonito, pero insustancial; que no nace de la guata, sino de las neuronas.

Eso me pasó con el post de Salir del Ropero escrito más abajo. Lo leo ahora y no puedo evitar pensar “que pedazo de mierda es eso”. Ok, lo que digo en él de verdad refleja mis sentimientos, es cierto que me da lata haber perdido esa inocencia infantil; pero eso es algo que nos pasa a todos. Para qué el desgaste de neuronas escribiendo algo tan cursi y obvio.

No, no es eso lo quiero.

Quiero ser capaz de soltarme un poco, de dejar, aunque sea en un par de post, que salga lo que siempre me guardo, lo que está ahí dentro bajo siete llaves.

Hace un tiempo tenía un amigo con ventaja (lo más cercano a una relación que me he permitido) que siempre me sacaba en cara que yo nunca era capaz de decir lo que de verdad sentía. Y tiene razón.

En eso soy más cerrado que una ostra. No sé si es por formación o simplemente soy así. Pero no me nace andarle contando a otros mis problemas, mis penas, mis alegrías, mis miedos. Y no quiero decir con eso que sea una persona fría, todo lo contrario; me encanta dar y recibir cariño, pero soy incapaz de expresarlo con palabras.

El otro día mi hermana fue a un retiro religioso y le pidieron a los familiares que le escribieran una carta diciéndoles que opinaban de ellos. Yo no quise hacerla. Me dio pena, porque igual mi hermana se sintió, pero tampoco iba a escribir algo obligado; estoy seguro que habría terminado colocando puras frases hechas.

Con ese amigo especial me pasaba lo mismo; me gustaba estar con él, era una muy buena persona; pero si le tenía que decir algo, hasta yo lo sentía falso, pensado, copiado de alguna parte...

Supongo que alguna forma me gusta mantenerme aislado, o tengo la necesidad de no generar vínculos que me comprometan con alguien.

En realidad no sé por qué me cuesta tanto decir “te quiero”, pero que brote en forma espontánea. Siento que constantemente actúo como esos programas de TV donde la señal se transmite con segundos de diferido, los segundos justos para evitar que un desmadre salga al aire.

Lo peor es que la gente se ha acostumbrado a que yo sea así. Creo que sólo un par de mis amigos todavía se preocupan por preguntarme “¿cómo estás?”, pero en tono sincero, no por mera formalidad. No los culpo, cada vez que en algún momento han intentado abordar temas más privados yo me las arreglo para contestar generalidades y desviar el tema.

Y así me la paso, protegiéndome.

Y ya no sé qué más redactar; eso era lo que quería decir, lo que sentía la necesidad de decir.

Instantáneas personales 2

En el metro Los Leones vi a un grupo de monjes budistas lidiando con el torniquete. Luego, en el vagón iba una familia hindú. Me gustaría que Chile fuera más diverso, creo que eso mejoraría muchas cosas.

Instantáneas personales 1

Hoy andaba en Providencia a la hora del almuerzo, así que aproveché de pasar a La Huerta a servirme una deliciosa crema de zapallo y zanahoria... mmm, nada mejor en invierno.

domingo, julio 17, 2005

Salir del ropero

Para no caer en confusiones, precisemos: el título de este post es salir del ropero, no del clóset, que aunque parecidas son dos cosas distintas.
Cuando era chico me gustaba jugar con un ropero viejo que había en la casa. En él encontraba ropa antigua con la cual disfrazarme, tenía cajones y pequeñas cajas llenas de los más increíbles tesoros, y por su puesto, era el lugar ideal para refugiarse cuando uno jugaba a las escondidas. Hacía años que no pensaba en eso, y simplemente lo vine a recordar cuando leí un comentario parecido en un foro sobre la próxima película de Las Crónicas de Narnia: El León, la Bruja y el Ropero.

Una sensación similar me ocurrió cuando en la película Amelie muestran todas esas cosas que a la protagonista le gustaba hacer cuando chica, pero que a diferencia de la mayoría de las personas, ella seguía gozando ya grande; como introducir la mano en un saco de lentejas. Es una experiencia increíble, un placer inocente, pero muy sensual.

O embadurnarse los dedos con cola fría, para después retirar esa falsa piel.

Son cosas que yo también disfrutaba y que sin embargo, en algún momento dejé de hacer, junto con varias otras. El patio de mi casa dejó de ser la selva que debía atravesar mi colección de autitos match box (que ya ni sé dónde está); la mesa y sillas del comedor ya no fueron más la nave espacial con la cual viajaba a otros mundos; dejé de mirar las nubes y asombrarme con sus formas; de seguir el rastro de los caracoles...

Supongo que eso es parte del proceso de madurar. Pero de ser así, es un precio bastante alto.

En la película sobre el escritor C.S. Lewis, Shadowland (Tierra de Sombras), hay una escena en que sus colegas le preguntan por qué eligió la figura del ropero como puerta de entrada al mundo fantástico de Narnia. El muy serio Lewis (interpretado por Anthony Hopkins), responde recreando esa sensación que debe vivir todo niño al entrar en ese espacio misterioso, lleno de abrigos y objetos antiguos; aventurarse en él y, de improviso, sentir que algo cede y se ingresa a un mundo nuevo, asombroso. ¡Mágico!

Por supuesto, sus doctos amigos de Cambridge y Oxford se ríen de la respuesta.

Pero lo que Lewis estaba describiendo, era el mundo de la desbordante imaginación infantil.
Un ropero del cual salí sin darme cuenta, y al que me gustaría retornar.

jueves, julio 14, 2005

¡Vive la France!

El día partió mal. El tirón que sentí en la nuca al momento de levantar la cabeza en la mañana, y el crujido apagado que le acompañó, marcaron la jornada: una tortícolis que me impidió doblar el cuello a la derecha o hacia abajo, y que a medida que transcurrían las horas fue ganando intensidad.
Eso saco por haberme quedado dormido de guata, con la cabeza en mala posición (si por lo menos hubiera sido producto de una noche de lujuria desenfrenada).

Además, las excesivas horas frente al computador estos últimos días me tienen agotado; mis neuronas son incapaces de redactar algo medianamente creativo.

Así que aquí estoy ahora, preparándome para una sesión de merecido relax, ad hoc a este 14 de julio, con Carla Bruni (la nueva adquisición), Francis Cabrel, Natasha St-Pier, Joe Dassin, Serge Gainsbourg y Jane Birkin (a falta de baguette, buena es Je t’aime Moi non plus)... y una versión de La Marsellesa de Edith Piaf.

¡Vive la France!

lunes, julio 11, 2005

Juguetito erótico

Por esas asociaciones locas que uno hace, leyendo la historia de Sinister sobre ascensores, me acordé de una anécdota que me pasó años atrás, relacionada con botones.
Supongo que todos conocen esos pequeños dispositivos cilíndricos, con un resorte dentro, y que se usan en los cordones de las parkas para cerrar los cuellos o ajustar los gorros.

Pues bien, estaba yo conversando con una amiga de universidad, cuando inconscientemente me puse a jugar presionando el famoso botoncito.

Mi amiga me queda observando y con toda su picardía me dice:

_“Sabías que ése es un aparatito para generar placer”.

Inocente yo, la miro sin entender nada.

Así que ella toma el pequeño cilindro entre sus dedos pulgar e índice. Y mientras comienza lentamente a presionar, en su rostro se va dibujando un gesto de lo más libidinoso.

No tuvo que explicar nada, me quedó claro.

Desde entonces nunca más pude jugar con el famoso aparatito... no en presencia de ella, al menos.

domingo, julio 10, 2005

Ego Sum Gay

Pensando en algún comentario al mensaje de Dix-Leso “Sobre visibilidad, educación y aceptación” (sírvase imaginar que aquí hay un link, please), llegué a la conclusión que cualquiera que fuese la opinión que colocara, pecaría un poco de hipocresía, porque lo que yo he hecho hasta ahora, es vivir ocultando que soy gay, y lo que es peor, tratando vanamente de negármelo a mí mismo.
¿Y qué he sacado con eso? Un montón de confusión interna, llevar una vida que en buena parte se sustenta en una mentira, y quizá, no ser plenamente feliz.

Tengo 31 años, y ya estoy un poco cansado de eso. No es que quiera admitirlo públicamente, y por el momento tampoco está en mis planes salir del clóset para mi familia y amigos. El asunto es más acotado: quiero sentirme bien conmigo mismo.

Mi pequeño gran paso.

No creo ser un tipo que ande de amargado por la vida o de autoflagelante. Para nada... bueno, a veces quizá. Pero siento que me estoy negando posibilidades, que tengo todo para ser feliz y me reprimo.

¿Qué me limita?

Por una parte, el miedo a resultar herido y lastimar a mis seres queridos. Cuento con una familia que es un siete, y sobre todo, una madre que me adora. Tengo la absoluta certeza que su cariño por mí no se vería afectado en lo más mínimo si supiera la verdad. Pero también sé que cuando escuche las palabras “soy gay”, va a llorar mucho, por mí y por ella.

Además, está todo el peso de una formación tradicional, que ya es parte de mi persona.

Pero en este post quiero ser sincero, y admitir que también hay una razón más egoísta, más arrogante, por la cual me cuesta reconocer que soy homosexual:

Mantener una imagen que me ha dado seguridad.
Así de simple. Desde mi infancia he sido el hijo modelo, el alumno destacado, el joven tranquilo y de buenos modales, el amigo confiable, el hombre trabajador y con la cabeza bien puesta... y todos esos elogios me gustan, me dan fuerza, me hacen sentir superior.

Y para una persona que en el fondo es profundamente insegura, ése es un apoyo que se necesita (o que uno cree que necesita).

Asumir que soy gay implicaría bajarse de ese pedestal, reconocerme frágil y falible, dejar atrás el blindaje que formé a lo largo de mi vida.

Siempre fui tímido, en exceso; se me enseñó de chico a ser educado y formal, a no molestar; se me crió protegido y regalón; cauteloso en lugar de osado. En el colegio de hombres era el inteligente, malo para los deportes y tranquilo, así que la chapa de medio mariquita fue inevitable, pero la supe sortear. Aprendí a pasar desapercibido, a no socializar mucho y a calcular cada paso.

Tomé todos esos elementos y fui forjando un personaje que me permitiera enfrentar el mundo, y ser uno más, uno más como todos. No individualizado, ni señalizado, y mucho menos por algo “negativo” como ser maricón.

Construí un refugio, que también ha resultado ser una cómoda cárcel.

Mi proceso para acabar con eso está en marcha. Este blog es parte de esa tarea, que por cierto es compleja y demandará tiempo, y no sé hasta dónde llegará. Porque como dije en el primer post de este sitio, ser gay es sólo una parte de mi persona, que se entreteje con otras facetas. Soy un encantador lío con patas. Como muchos que andamos por acá ¿Cierto?

sábado, julio 09, 2005

De Rufus y Bruni

Debo confesar que en materia musical siempre he sido más del tipo oreja, que busquilla o entendido. Si una canción me gusta y tengo la suerte de enterarme a quién pertenece, pasa a formar parte de mi disperso y caótico archivo musical; en caso contrario, es como un cometa que por un breve periodo entra en mi sistema solar, iluminando el cielo, para luego seguir su curso, alejándose, hasta que algún día nos volvamos a encontrar.
Algo así me había pasado con Rufus Wainwright y su canción Hallelujah. Fue uno de los momentos que más me gustó de la película Shrek, pero nunca me preocupé de informarme más sobre su autor o seguirle la pista (me maravillé con el espectáculo del cometa atravesando el horizonte, y dejé que se fuera)... hasta que en varios blogs vi que se repetían comentarios elogiosos hacia este cantante.

Como soy curioso, y aprovechando que mis hermanos habían instalado sin permiso el programa Ares en mi PC, inicié la investigación. Resultado: ¡Agréguenme a la lista de fans, porfa!

Hallelujah es mi canción favorita, pero la siguen de cerca Instant Pleasure, Oh What a World (me encanta como la termina mezclando con el Bolero de Ravel), Agnus Dei y varias más.

¿Y qué puedo decir de Carla Bruni? Simplemente gracias, gracias, gracias a los que escribieron recomendándola. Canciones sencillas, sin estridencias o adornos exagerados; nada de eso, puro sentimiento. Una voz que susurra y seduce ¡Y en francés! oulala. No me canso de escucharla.

Este asteroide me impactó de frente y nos fusionamos.

jueves, julio 07, 2005

¡Basta ya!

Leyendo algunas reacciones a los atentados ocurridos hoy en Londres, pude ver varios mensajes que justificaban y hasta aprobaban estos actos, argumentando, principalmente, que era una vuelta de mano a lo ocurrido en Irak y a la actitud que occidente ha tenido con el mundo musulmán. Incluso no faltaban los que ponían a los cobardes de Al Qaeda como nobles defensores de la causa islámica.
No me sorprendió, ya había visto posturas similares cuando tuvieron lugar los ataques del 11-S y de Madrid.
No, no me sorprenden esas opiniones, pero sí me duelen, me enojan, me hacen querer zamarrear a esas personas para que se den cuenta de la barbaridad que están diciendo. ¿Acaso una vida vale más o menos, dependiendo de su raza, su religión o nacionalidad? ¿Ese debe ser nuestro parámetro para determinar si un acto es o no justo?
No se dan cuenta que con actitudes como ésa lo único que se hace es validar el modo de pensar terrorista y el de aquellos que creen que la violencia es la mejor forma de solucionar los problemas. Porque si hay causas tan “nobles”, que por ellas está permitido matar a inocentes, arrasar países, pasar a llevar las libertades de los demás... entonces acostumbrémonos a vivir en un mundo dominado por el miedo, donde la única forma de estar seguros es golpear primero y más fuerte (¿no fue ése el mensaje que les vendió Bush a los asustados estadounidenses?).
Los criminales que promueven ataques como los ocurridos en Londres, son mentes frías, calculadoras, deshumanizadas, que saben perfectamente cómo generar la mayor conmoción mediática y así satisfacer SUS intereses, no hay nada de nobleza en ellos.
Por favor, no seamos ingenuos (por no usar otro adjetivo de mayor calibre). Actos como los de hoy sólo merecen una condena firme y unánime.

martes, julio 05, 2005

Enumeraciones

11.602, los días que llevo en este mundo.
Dos, los seres queridos por los cuales lloré sin pudor al momento de su partida.

En preocupante disminución, los cabellos que pueblan mi cabeza.

Unos 55 minutos, lo que demoro habitualmente de la casa al trabajo.

12 millones, la cifra con la cual empieza mi RUT.

Entre 75 y 78, los kilos que pesa mi humanidad, pese al empeño porque sean menos.

Montones, las equivocaciones cometidas, muchas de ellas con repetición.

117, las páginas que he leído del libro que compré el viernes.

Cinco, los hijos que soñaba tener (Fernando, Mercedes, Isabel, Bruno y el conchito).

Pocos pero buenos, los amigos que me acompañan.

Una, la persona que he amado y por la cual habría hecho todo, si tan sólo se hubiera fijado en mí.

872, los caracteres (con espacio) que contiene este post.

Inciertos, los años, días, minutos o segundos que me quedan por delante.

Gente que odio

A las personas que en la hora de mayor tráfico, entran corriendo al ya atestado vagón de metro, justo cuando las puertas se están cerrando, y sin importarles a quien pasan a llevar.

domingo, julio 03, 2005

Pi

"Japonés recita de memoria 83.431 dígitos del número Pi para Guinness", leí ayer en la prensa.
Mi primera impresión fue "weón ocioso" y algo así como "japonés tenía que ser".
Pero luego me quedé pegado en el tema: ¿Qué insondables significaciones cósmicas tendrá ese número de infinitos decimales? Y por un momento me sentí como Carl Sagan viajando en una nave espacial con forma de semilla de diente de león, y con la inigualable música de Vangelis de fondo.

Yo vengo a San Rosendo...

Este fin de semana hemos tenido de visita a familiares del sur, y con ellos llegaron también deliciosos pollitos de campo (sin antibióticos, ni preservantes, ni dieta a base de harina de pescado), huevos frescos y tortillas de rescoldo. Ñam, delicioso.
Lo cómico es que cuando chico nada de eso me gustaba.
Durante toda mi infancia tuve la suerte de pasar mis vacaciones repartidas un mes entero en la playa y otro en un pueblito al interior de la Octava Región. Pero esto último era para mí casi una tortura, partiendo por el viaje de por lo menos seis horas en tren (nada mal) y luego casi dos horas en una micro rural (pésimo, siempre me mareaba, por lo que tener una bolsa plástica a mano era fundamental).
Después de eso venían cuatro semanas sin electricidad, la mayoría de las veces sin TV, soportando unos 35° de calor y con comida que no era de mi gusto. Una sentencia de prisión, prácticamente. O al menos así lo veía yo en esa época, cuando era un cabrito de ciudad, regalón y medio (bien) ganso.
Por eso, apenas tuve a oportunidad de decidir cómo pasar las vacaciones, opté por dejar de ir al sur.
Pero como uno con el tiempo algo madura, y aprende a valorar las cosas; hoy tengo que agradecer haber tenido esa oportunidad.
Recuerdo con cariño las escapadas al río con mi primo a atrapar pescaditos, los viajes en carretela, las trillas, los torpes intentos por escalar árboles, la libertad de correr por cerros y saltar arroyos, escapar de animales enojados, y volver a la casa con más de un rasguño y la boca manchada de moras silvestres.
Y recuerdo también muchas horas de activa imaginación, de inventar juegos; de quedarse sentado en una loma viendo el ocaso, cuando todo se torna ocre y las sombras se alargan sin nada que las detenga; con el frescor de la brisa helada y el silencio sólo roto por las bandadas de pájaros. Hasta quedar ahí, bajo un cielo cargado de estrellas, sintiendo miedo y fascinación.
Probablemente si hoy volviera a tener esa edad, mis sentimientos no serían muy distintos a los de esa época. Pero todo eso ya es pasado, un pasado que aprecio y que hoy me alegra haber vivido.

viernes, julio 01, 2005

Metrópolis - VTR

¡Me cambiaron la numeración de los canales del cable! Con lo que me había costado aprenderme la antigua ubicación.